CATAVINO DE PAPEL

Manuel Ríos Ruiz

La gente vuelve a empeñar sus joyas

LA crisis económica, el paro, la subida de las hipotecas, la inmigración y otras causas de tipo económico, como la subida de los precios de los alimentos y de los carburantes, se refleja de una manera testimonial en los Montes de Piedad, cuyas actividades han crecido el lo que va de año un siete por ciento, hasta el punto de que la cantidad de préstamos contra el empeño de objetos de valor -joyas, relojes, pinturas, muebles clásicos, ropa, televisores, bicicletas, etcétera- alcanza la cantidad de ciento ochenta millones de euros, según un informe publicado días atrás en un rotativo de tirada nacional. El citado informe cifra actualmente en trescientos ochenta mil usuarios de los servicios de los Montes de Piedad. Y echando la vista a atrás, recordemos que la figura asistencial de los Montes de Piedad aparece por vez primera en Perurgia (Italia), allá en mil cuatrocientos cincuenta, gracias a la la Orden de Observantes de San Francisco (dedicada a las limosnas y a la recogida de donaciones). Seguidamente surgieron entidades de la misma índole en otras ciudades europeas. Y el primer Monte de Piedad que se abre es España, es el sito en Madrid, concretamente en mil setecientos dos, por iniciativa del Capellán del Convento de las Descalzas Reales. A continuación se instalaron los de Salamanca, Barcelona y Granada, para celebrar también contratos de préstamos prendarios y para ayudar a los artesanos a vender sus artículos a precios módicos. Naturalmente estos establecimientos de préstamos prendarios proliferaron rápidamente por toda la geografía española, incluso se constituyeron en Hispanoamérica en la época de los virreinatos. Y al socaire de su efectividad, se crearon las Cajas de Ahorros, siendo la primera la madrileña, en mil ochocientos sesenta y nueve.

Sin lugar a dudas, los Montes de Piedad desarrollaron una labor social importante en todos los malos tiempos pasados, en relación con las economías precarias, especialmente por la inmediatez de sus operaciones, dado que tasado el objeto a empeñar, su dueño recibe seguidamente el importe del préstamo, con el atractivo de que la comisión a pagar al desempeñarlo es de una porcentaje aceptable generalmente, como es sabido por todos.

Y la actividad de los Montes de Piedad estaba en descenso desde hace bastantes décadas, por lo que su resurgir confirma que la crisis económica actual está afectando a un parte importante de la sociedad española. Sin contar las empresas privadas de préstamos, cuyo montante de actividades es difícil de constatar, muchos españoles han vuelto a empeñar sus propiedades, especialmente sus joyas -anillos, pulseras, cadenas, medallas, zarcillos, collares-, para solventar apuros económicos insoslayables, en la esperanza de poder desempeñarlas lo más pronto posible y no tener que lamentar su pérdida. El síntoma que supone el empeño de joyas, es clarificador de la situación económica del país.

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