La tribuna

Luis Chacón

Nueva economía y viejas burbujas

EN Holanda, a mediados del XVII se llegaron a pagar seis mil florines por un bulbo de tulipán cuando una tonelada de mantequilla valía cien. En 1719, la Compagnie du Mississippi, dirigida por John Law -un aventurero escocés a quien el regente de Francia había ennoblecido con el estrafalario título de duque de Arkansas-, multiplicó por veinte su valor gracias al futurible beneficio que obtendría por el oro de Luisiana. Poco después, la bonanza de la South Sea Company, titular del monopolio comercial británico con nuestras colonias, provocó la aparición de empresas que ofrecían obtener hierro del carbón o convertir mercurio en metales preciosos. El auge del mercado se debió a la errónea creencia de que la mera novedad de un negocio garantiza jugosas ganancias. El espectacular desplome de las cotizaciones dejó un increíble reguero de deuda y ruina y se produjo, como en cualquier burbuja, cuando entre tanta euforia apareció la sensatez y alguien se negó a pagar un precio desmesurado por algo que no lo valía.

Es probable que tras leer este párrafo, más de uno haya esbozado una sonrisa mientras pensaba que son cosas de otros tiempos, pues hoy el mercado financiero está firmemente regulado y auditado.

Y sin embargo acabamos de asistir a la estrepitosa caída de Let's Gowex, una compañía premiada hasta el hastío por el Gobierno actual, el anterior, la Comisión Europea y otras instituciones que la consideraron ejemplo de innovación y emprendimiento. Causa sorpresa la facilidad con la que los políticos patrocinan empresas sin cerciorarse de su solvencia real en un ejercicio de irresponsabilidad manifiesta. ¿No son conscientes de que ese apoyo se convierte en un aval ante los ojos de ciudadanos e inversores? El único premio válido para una empresa es el beneficio obtenido y no hay más jurado que el mercado. El resto valen menos que la cartulina del diploma en el que se imprimen.

Por si no lo saben y para no perder una arraigada costumbre española, los contribuyentes vamos a pagar una parte de esta factura. Aunque resulte incomprensible para miles de pymes y autónomos a los que hace años se les cerró el grifo del crédito, Gowex adeuda unos treinta millones entre ICO, CDTI, BEI y alguna otra institución pública cuyos analistas fueron infinitamente menos sagaces que los consultores de Gotham City a los que debemos eterna gratitud, ya que de no ver la luz su informe no sabemos hasta dónde podría haber llegado este asunto.

El crecimiento meteórico del valor de Gowex se apoyó en esa idea ridícula y reiterada que ya nos dio unos cuantos disgustos en la burbuja finisecular de las puntocom y que defiende una nueva economía tecnológica con reglas distintas. ¿Puede alguien sensato sostener que el valor de una empresa que gana unos 30 millones anuales sea de casi 1.500? Harían falta cincuenta años para recuperar la inversión. Esa ratio sería inaceptable para una empresa tradicional pero parecía que a estos negocios ultramodernos no se les aplican las reglas de siempre. Hasta que se desploman, claro.

El MAB fue acogido con interés y expectación ya que abría a las pymes la posibilidad de obtener capital y financiación no bancaria. Sin embargo, con sólo una veintena de compañías, ha sufrido siete suspensiones de cotización en ocho años de vida; alguno de sus miembros está en concurso o preconcurso y casi ninguno ha cumplido las expectativas de negocio anunciadas cuando saltó al parqué. Pero si el MAB ha defraudado a los inversores y su actuación en esta crisis ha sido lenta y torpe, no parece que BME o la CNMV hayan actuado con la diligencia que se espera de instituciones públicas cuya finalidad es velar por el respeto a las reglas del mercado. Tampoco se han cubierto de gloria los auditores -M&A Auditores- ni el asesor registrado, Ernst & Young.

Pero lo que debería avergonzar a todos los responsables públicos es que sea un analista privado y extranjero quien levante la liebre del escándalo. Y lo que ya sobrepasa los límites del más delirante surrealismo es que el informe de Gotham City Research fuera rechazado casi unánimemente en un ejercicio de bochornoso patrioterismo hasta el punto de que la propia CNMV solicitó a sus homólogos británico y estadounidense información relativa a Gotham City Research LLC y sus administradores, al objeto de analizar si el documento publicado por dicha entidad sobre Let's Gowex pudiera constituir un supuesto de abuso de mercado de acuerdo con la Ley del Mercado de Valores. Inefable. En lugar de defender a los inversores se ataca al mensajero. Y por supuesto, no tenemos noticias de que se haya producido la más mínima autocrítica. Ni siquiera tras el reconocimiento del fraude por el propio presidente de Gowex.

Ni el mercado está vacunado contra el engaño de los encantadores de serpientes que surgen de modo recurrente ni el Estado puede evitarlo. Pero debe ofrecer seguridad jurídica, prevenir el fraude, investigar cualquier acto ilegal y hacer caer el peso de la ley sobre los infractores. Lo que resulta totalmente inadmisible es la defectuosa actuación de los reguladores y, sobre todo, la nula asunción de responsabilidades. Una vez más, ni destituciones ni dimisiones.

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