Cuchillo sin filo

francisco Correal

Solo doble

ESPERO que haya coñac. Es la última frase del cuento Las armas secretas de Julio Cortázar. Me asomé a la portada de los periódicos el día de su centenario y hablaban de un argentino: Diego Pablo Simeone. Para darles una colleja. También lo dice Cortázar en el cuento anterior, El perseguidor. "Parece que en Buenos Aires no solamente se tocan tangos". Claro, que se refiere al jazz, y en ese relato hay música no sólo de Charlie Parker, el centro de su historia, sino de Miles Davis, Dizzy Gillespie o Mahalia Jackson. En este cuento hay nescafé con ron. Un carajillo porteño.

Cortázar nació en la Gran Guerra y combatió la Gran Costumbre, mayúsculas que alguno de sus especialistas utiliza para referirse a la equivalencia que en su mundo tienen realidad y fantasía: la síntesis de los contrarios, la superación del yo, tan poca cosa, que no acaba en el tú sino en los límites inasibles del propio yo.

El Libro de Manuel es un libro de Cortázar. Sin apellidos, como el Manuel que me inspiró este escrito. Es compañero de periódico, buen oficio para recordar cien años con Cortázar y siete sin Umbral. El primer día el café me costó cero euros. El segundo tuve que pagar cuatro. ¿Qué pasó? Soy cliente de ese bar desde hace quince años. Un bar de parroquianos fieles, como ese bar de París en el que un personaje de Cortázar ve por televisión el Tour de Francia. Con el camarero me une una confianza sin palabras. De hecho, en quince años sólo me la dirigió una vez para preguntarme por la salud de Woyjtila. Esa confianza me permitió decirle que no llevaba ni una moneda para pagar el café vespertino. Confianza sin fianza.

Dicen que el que paga descansa. Al día siguiente, volví a pedir café y le dije al camarero que no le cobrara el café a Manuel. Pedí la cuenta: cuatro euros. ¿Por tres cafés? Se había tomado un solo doble. El mejor homenaje a Cortázar, solo múltiple. Espero que haya coñac, un buen 103 para contar los cien años y los tres días de su estela literaria. En esos cuentos de Cortázar hay guiños a Sthendal y a Graham Greene. "Los dobles son como sus figuras", dice un experto en cronopios. Cien años de (doble) soledad. No me extraña que el hijo de Manuel haya ganado un importante premio de novela negra. El color negro del solo doble con música de bebop de un perseguido que era el perseguidor, como un maillot de ciclistas en el pelotón que ayer, como yo, salió de Benalmádena, yo en el tren con Cortázar, ellos con su doble jorobado entre olivos y manillares.

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