En tránsito

eduardo / jordá

Otra anomalía más

UNO de nuestros problemas más graves como país -aparte del sectarismo y la corrupción y los privilegios obscenos de algunos potentados y la tentación de dejarnos llevar por la primera quimera que se nos ponga delante- es que apenas sabemos nada de la historia común de España. Si se hiciera una encuesta entre nuestros universitarios -los más preparados de todos los tiempos, según algunos ilusos-, es muy probable que el 50% o el 60% de ellos no supiera explicar con claridad si Cataluña fue o no fue independiente en algún momento de la historia moderna. Unos descabellados planes de estudios han suprimido casi todo rastro del estudio de la historia común, de modo que un escolar catalán no sabe nada de Tartessos o de la batalla de Bailén, mientras que un escolar andaluz tampoco sabe nada de la Corona de Aragón. Y esto ha creado una generación de analfabetos históricos que ha sido pasto de toda clase de embaucadores y manipuladores.

Para empeorar las cosas, el férreo centralismo franquista hizo creer a mucha gente que todo lo que tuviera que ver con un proyecto unitario de país respondía a unas ideas retrógradas, mientras que cualquier tendencia centrífuga, por delirante que fuera, parecía al instante progresista y avanzada. Y ésta ha sido nuestra gran anomalía. En todo el resto de Europa, los procesos de creación de los estados unitarios modernos se llevaron a cabo a través de una ideología reformista o incluso revolucionaria. En España no fue así, porque aquí el espíritu reformista pesó muy poco y los ilustrados del siglo XVIII apenas pudieron imponer sus ideas. Pero aun así, lo auténticamente revolucionario no son los estados pequeños que defienden sus prejuicios y sus privilegios y se niegan a compartir sus ingresos y además atizan el odio contra sus vecinos. El gran proyecto ilustrado, el gran proyecto revolucionario, es crear un estado cuanto más grande mejor, en el que todos los ciudadanos sean iguales con independencia de su lengua, su religión o sus ideas.

Crear estaditos modernos es el sueño del rentista y del pequeño burgués que quiere tener sus ahorros a buen recaudo, a ser posible en Andorra, y que desea ver a su hijo con un cargo de cónsul en algún sitio, aunque sea en las islas Fiyi. Y lo más sorprendente de todo es que la izquierda más intransigente de nuestro país se alinee siempre a favor de los buenos burgueses que quieren poner a buen recaudo sus privilegios. Otra más de las muchas anomalías de este extraño país nuestro.

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