La esquina

josé / aguilar

La pringue incesante

VA creciendo la nómina de dirigentes y ex dirigentes del PP imputados o implicados en escándalos de corrupción de variado calibre: a los Jaume Matas, Luis Bárcenas, Álvaro Lapuerta, Carlos Fabra y demás se acaban de unir los señeros Rodrigo Rato y Ángel Acebes. Lo único que no cambia es la imperturbabilidad de Mariano Rajoy. No es que este hombre no se inmute. Es que ni se plantea la posibilidad de inmutarse. Lo cual acaba siendo más grave.

Mientras más alto escala la pringue y más sube el nivel de los pringosos (Rato fue vicepresidente del Gobierno, y Acebes el secretario general que Rajoy escogió para acompañarle en la cúspide del PP), más huidizo y silencioso se muestra Mariano. Ayer ni siquiera se refirió a ninguno de los dos como "la persona por la que usted me pregunta". Por no decir no dijo ni "buenos días" ni "muchas gracias" a los periodistas, que es la fórmula de pretendida cortesía con la que suele escaquearse.

No ha sido capaz ni de suspender de militancia a Rato, inmerso en uno de los casos que más indigna a los ciudadanos, el de los jetas de las tarjetas, limitándose a esperar a que fuera el propio ex presidente de Bankia -¡porque él lo puso allí!- el que se autosuspendiera. Con Acebes se ha permitido una licencia: ha mandado hacer público un escueto comunicado del PP subrayando que el partido no tiene ninguna contabillidad paralela como la que el juez cree que utilizó el ex ministro de Justicia e Interior para ayudar a la prensa amiga.

A base de callar se expone, Rajoy, a que lo que quede de su relación con los presuntos corruptos sea aquella frase que le dirigió al ex tesorero Bárcenas antes de ser empapelado y sacar sus famosos papeles: "Aguanta, Luis. Sé fuerte. Ya te llamaré". Y se expone a algo peor. A que la mejora de la situación económica del país no sea suficiente para calmar la indignación de la gente con la corrupción. Al nivel que estamos llegando es difícil que siga cumpliéndose el axioma de que los españoles sólo protestan contra la podredumbre política cuando la crisis los golpea y se aguantan cuando hay trabajo, consumo y bienestar.

Que Rajoy coloque todas sus posibilidades de reelección en las expectativas de una salida pronta de la crisis tiene mucho peligro. Para el país, y también para él. Bastaría con que volviera la recesión a nuestros principales socios europeos -lo que no es descartable en absoluto- para que su castillo de naipes se viniera abajo.

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