La esquina

josé / aguilar

No hay salida si hay sectarismo

LOS buenos propósitos apuntados por Rajoy al pedir perdón por los corruptos del PP han durado lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Están arruinados, o en vías de ruina, por la enésima expresión del principal obstáculo que tiene la política española para regenerarse: el extremo sectarismo de la lucha partidista.

Fue comparecer Rajoy en el Congreso para debatir, en teoría, sobre la última cumbre europea y se lió la pajarraca a la que nos tienen acostumbrados, fieles al lema "y tú, más". La corrupción no es concebida por los partidos políticos como el cáncer del sistema democrático que exige cirugía de hierro para todos, sino como la mejor arma arrojadiza para desgastar al contrario. Y mientras sea así, desengañémonos, no hay solución para la corrupción española.

Mientras unos se echen a la cara la Gürtel, las tarjetas de Bankia y la trama púnica, otros repliquen con los ERE y los cursos de formación andaluces y unos y otros sostengan enhiesta la doble vara de medir corruptelas, no habrá salida. El día en que consigamos que cada partido denuncie y aparte, de oficio, a sus propios corruptos, sin esperar a autodepurarse cuando ya no le queda otro remedio porque la marea de indignación y la acción judicial les imposibilita seguir mirando hacia otro lado, ese día habrá empezado de verdad la regeneración de la vida pública. No existe otra petición de perdón más sincera ni efectiva.

En tanto no llega ese momento venturoso, si es que llega, podría servir como paliativo y acicate la idea, repetida estos días, de un pacto contra la corrupción. Tampoco es tan difícil: se negocian una serie de medidas sobre las que ya hay un consenso previo (aumento de penas para los delitos de prevaricación, cohecho y tráfico de influencias, consideración de la financiación ilegal como delito, ampliación del periodo de incompatibilidad, fortalecimiento del Tribunal de Cuentas, prohibición de indultar a los corruptos, suspensión de cargos públicos y parlamentarios cuando se les abra juicio oral...) y se firma con solemne compromiso de cumplirlas. O, mejor todavía, se le encarga el dictamen del que saldrían estas medidas a la comisión de expertos independientes que fue aprobada por el Congreso ¡hace veinte meses!

Lo único que evitaría la catástrofe que se avecina sería eso: la voluntad real de desterrar de la política a los corruptos, sean quienes sean y militen donde militen. O sea, una dosis de caballo de vacuna antisectaria.

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