N O cabe duda que pedir perdón dignifica y es de agradecer. Primero fue el (¿ex?) Rey Juan Carlos I debido a la polémica que suscitaron sus imágenes de cacería, bastante desafortunadas pero que a fin de cuentas atañe a su agenda privada. Nos hemos topado con la sorpresa de que por primera vez Mariano Rajoy ha pedido disculpas y reconocido el importante problema de corrupción que se ha vivido su partido (aunque no es el único) tras es escándalo de la operación Púnica, que al parecer ha sido la guinda de un pastel bastante indigesto cocinado con el sudor de los españoles y servido en un plato tan frío y dañino como el despotismo político y la deslealtad hacia los votantes. Un perdón a destiempo, ya que la corrupción azota al país (al menos, públicamente) desde hace años. Ahora está por ver qué medidas se van a tomar, ya que el desgaste político de un lado y otro es más que evidente porque no hay color que se salve de esta carnicería...

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