La esquina

josé / aguilar

El clan de los abusadores

EL que puede ser el escándalo más grave de pederastia en el seno de la Iglesia católica en España entró ayer en su fase decisiva con la detención de tres sacerdotes mayores y un seglar (profesor de Religión), que permanecen incomunicados en la Jefatura Superior de Policía de Granada.

Entre los detenidos se encuentra el padre Román V., pastor de San Juan María de Viannei, a cuya casa parroquial se fue a vivir con 17 años el monaguillo que, siete años más tarde, ha dado el paso de denunciar los presuntos abusos de los que fue víctima, denuncias presentadas ante el Papa y, más tarde, en comisaría.

Insisto en que lo significativo de este caso es que no se refiere a hechos esporádicos de un cura desviado, sino a la actividad planificada y continuada de un grupo de religiosos que agredían sexualmente a menores de edad prevaliéndose de su ascendencia y autoridad sobre ellos. Actuaban como una secta. Tenían un cabecilla -el citado Román, que ha dado nombre en el imaginario popular al colectivo de delincuentes, conocido como "el clan de los Romanones"-, compartían una visión integrista del catolicismo e influían en los adolescentes para que abandonaran a sus familias y se fueran a vivir con ellos.

Por tener características sectarias tenían hasta una fuente de financiación propia. Según las investigaciones policiales, el clan se había hecho con la herencia de una farmacéutica de Órgiva, que donó sus bienes convencida de que irían a parar a la Iglesia para sus fines asistenciales y no a la administración particular de los curas que los gestionaban. Con esa herencia se compraron los pisos y chalés en los que se cometieron los delitos.

Los detalles de las prácticas sexuales perpetradas por los abusadores de acuerdo con la denuncia del ex monaguillo, hoy profesor en un colegio religioso y supernumerario del Opus Dei, alimentarán el morbo nacional (sobre todo, si aparecen nuevos denunciantes, como es probable), pero están sometidos al secreto del sumario que instruye un juez granadino y nada sustancial aportan al maligno combinado de pecado y delito que conforma el caso: pederastia de grupo consentida por víctimas sin edad ni autonomía para ejercitar su libre voluntad.

La Iglesia ha sido gravemente dañada por una minoría de sus servidores. La justicia de Dios caerá sobre ellos. La de los hombres sigue su curso. Por ahora, en secreto.

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