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Tribuna libre

José Barrigón Asencio

Depredadores (II))

 SE dice que desde la ignorancia y el fanatismo y viceversa se adulteran determinadas estructuras, por eso han ido desapareciendo historias, culturas, tradiciones, particulares formas de vida y (por desgracia) continúan desapareciendo. Culturas nativas vinculadas, apegadas a la exuberancia de esos colores, sabores, matices que nos indican e insinúan infinidad de sugerencias.

¿Qué diferencia existe entre la vida, digamos, tribal y esas ligaduras del llamado mundo moderno?  ¿Eso lo podemos denominar progreso?

Se intervienen las cadenas biológicas, los ecosistemas, se aíslan especies,  otras desaparecen, se dañan poblaciones indígenas, se masacran… En una palabra, se alteran las condiciones naturales.

Podemos, por tal motivo, considerar a ciertos seres humanos como depredadores de la naturaleza y el medio ambiente y demostrado está que nadie los iguala tanto para lo positivo como para lo negativo. A veces da la sensación de parecer máquinas sin sentimientos.

Los entendidos en la materia manifiestan que la vida del ser humano medida en términos geológicos dura un suspiro, por lo que la naturaleza  responde (lo estamos palpando y comprobando) al trato que se le da.

Es posible que se estén dando o creando zonas de turbulencias en las que no sólo se atenta contra la propia naturaleza, contra nuestro planeta y nuestro medio ambiente, que es el único que tenemos, sino contra la propia naturaleza humana.    

Hay devastadoras guerras con sus dañinas consecuencias (algunas  son cosechas de determinadas siembras), hay determinados trabajos científicos y técnicos, hay… que causan un lento, pero progresivo deterioro.

Se derriten los casquetes polares, las nieves de nuestras cumbres, suben las temperaturas de nuestras zonas templadas, el agua, nuestra principal fuente de vida, comienza a escasear con lo que ello pueda suponer (conflictos por su posesión), los depuradores atmosféricos (selvas, bosques, masas verdes…) se encuentran, por así decirlo, atascados por culpa de talas indiscriminadas, devastadores incendios, un desmoronamiento de las cadenas alimentarias (quizás la peor amenaza). Así se podría  continuar enumerando factores negativos.

Los excesos provocan ese precipicio, ese abismo que estamos construyen do y edificando entre todos.

Los causantes primeros están en manos de cierta subespecie humana. Pero, también debemos asumir al parte que nos toca, la que a todos nos corresponde, esa responsabilidad  que individualmente nos pertenece. Así que todos (tú,  yo…) somos, en cierta medida,  parte de esa culpabilidad  y responsabilidad.

Esa codicia (…)  que se pone como argumento de que se va en contra del progreso…, claro que sí, la de ellos, la de sus cuentas bancarias (putrefacto dinero) y, ¡ faltaría  más!,  llevadas, colocadas en paraísos fiscales, que no naturales .

Creo que nuestro desarrollo tecnológico y social  forman parte de un tremendo y enorme desajuste y, sobre todo, que nuestra capacidad de hacer daño es bastante mayor que la de hacer algo en común y en beneficio de todos. Existe una gran diferencia y, además, abismal.

Esos mares de boscosos montes (hoy todavía), esos frescos valles cubiertos de alfombrados verdores, esas impresionantes moles que nos contemplan casi autoritarias, retadoras, las que nos parecen como hermosos templos aplicables a todo tipo  de arquitecturas, desde el románico al modernismo pasando por lo sobrio, el renacimiento, el barroco…, aquellos senderos naturales cuajados de inimitables colores, aquellos...      

Nuestros espacios naturales son joyas para tenerlas en cuenta ya que sin el ser humano no se puede ir a parte alguna haciendo compatible el desarrollo económico con la exquisita conservación de la naturaleza. El estar en armonía con ella constituye el verdadero desarrollo y progreso.

El único humano que puede dar la solución es otro ser humano. Por todo ello y por mucho más se debe y se puede poner todo el empeño posible, pero teniendo en cuenta que lo primordial, lo esencial, como para todo,  es la potenciación de una correcta educación cultural.

Recuerdo un pensamiento de Gandhi:  “Todo lo que hagas en la vida  podrá se insignificante, pero hazlo tú porque nadie nos lo hará”.      

José Barrigón Asencio es profesor jubilado del Cervantes                          

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