Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Importar presos

DICE el dicho que Dios creó el mundo y los holandeses crearon Holanda. En concreto, 34.000 kilómetros cuadrados que le ganaron al mar. Holanda no es un país normal. No lo es su grado de civismo y tolerancia, el asombroso poliglotismo o la longitud de los fémures de sus mujeres y hombres, sus altos niveles deportivos y educativos, su proverbial naturaleza viajera o su exquisito gusto para el hogar y el diseño. Todos tenemos un pasado, y el de los holandeses tiene sus borrones, claro está; fueron grandes traficantes de esclavos y colonos implacables con los nativos cuando les tocó. Un país tan rico y con tan estupenda distribución de renta -ahí está en buena medida la clave de tantas virtudes- debería ser en muchos asuntos un ejemplo a seguir, pero es bien sabido que lo que funciona en una familia o en una empresa no funciona en otra, entre otras cosas porque sus miembros y empleados son distintos, como lo son su cultura o sus antecedentes. Por eso es más que dudoso que la reducción de la población presidiaria que se ha producido en Holanda se vaya a dar en otros países. De los años noventa hasta hoy, de la mano de la legalización de la marihuana y de su control por parte del Estado -o sea, no bajo control de las mafias-, en los Países Bajos se ha producido un importante excedente en la capacidad de sus cárceles: le sobran 2.000 plazas, casi un 15%; lo cual supone por un lado una holgura operativa y, por otro, un ahorro importante, porque en Holanda los presos viven mejor que en otros sitios. Sin duda otros factores han contribuido a este fenomenal éxito, principalmente el decidido e intenso programa de formación sobre el abuso de las propias drogas destinado a niños y jóvenes. Probablemente, en otros países menos desarrollados, tomar tal medida de golpe implicaría riesgos de provocar males sociales, como el incremento del propio abuso o la aparición de mafias paralelas (también para la pillería y la corrupción hay países más dotados que otros, la liga de los granujas es de mayor nivel en otros países, y evitaremos señalar). Resulta llamativo cómo un país con quien comparte frontera Holanda, también rico y socialmente avanzado como Bélgica tenga justo el problema contrario, sobrepoblación reclusa. De hecho, Holanda se plantea "exportar" recursos carcelarios, o importar presos del sistema belga u otros. ¿Están las calles holandesas más llenas de yonquis, borrachos o fumetas que la belgas, las españolas olas alemanas? La respuesta es rotundamente no.

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