Pretérito perfecto

Manolo Romero Bejarano

Sobre la construcción de San Marcos (y II)

LA nave de San Marcos presenta dos fases bien diferenciadas. La primera abarca los dos tramos de bóveda de los pies, que aprovechan los muros construidos en la segunda mitad del XV, pues en ellos podemos ver adosados los medios pilares de planta poligonal que también se encuentran en San Miguel y Santiago, fechadas en esa época. Los dos tramos son idénticos y se cubren por una bóveda de crucería con terceletes, espinazo longitudinal y transversal y un nervio octogonal en el rampante. Este octógono era hasta el momento algo desconocido en la arquitectura local. El origen de este elemento puede rastrearse en Burgos, donde aparece en la capilla de la Concepción de la catedral y las bóvedas de la iglesia del monasterio de Oña, pero también en el claustro principal de los Jerónimos de Lisboa, de donde es posible que llegase a Jerez con los maestros que acompañaron a su vuelta a Diego de Riaño. Además, el segundo tramo de bóveda presenta el plemento dispuesto de modo concéntrico, elemento que hallamos tanto en el entorno burgalés como en la arquitectura tardogótica portuguesa y que Pinto Puerto relaciona con una de las bóvedas del jerezano claustro de Santo Domingo (1), en el que, como se verá, muy posiblemente interviniera Rodrigo de Alcalá, quizás pariente del maestro que nos ocupa.

Al inicio de estos dos tramos de bóveda se abre la fachada principal del templo, en parte oculta por la portada que levantaron en 1614 los hermanos Domingo Fernández Calafate y Antón Martín Calafate(2). En la zona que queda visible se pueden apreciar dos potentes estructuras octogonales que albergan sendas escaleras, como en San Miguel, decoradas en las aristas con un par de columnas superpuestas sobre las que se coloca un pináculo. La estructura girada de las molduras de los capiteles de la columna superior, muy similar a lo que se hace en las ménsulas realizadas en la zona bajo la influencia del tardogótico portugués, me inclina a datar esta portada en el mismo momento que se hacen los dos primeros tramos de bóveda. Pero aún hay otro elemento que me hace reforzar mi teoría, como es la ventana que oculta la fachada del XVII. Desde el coro de la iglesia se puede acceder a un pequeño cuarto ocupado por el fuelle mecánico del órgano en el que se aprecia parte de un arco apuntado decorado con toscas figuras muy similares a las que podemos apreciar en la capilla mayor de San Mateo, fechada en la década de los veinte del XVI o el claustro grande de la Cartuja de Santa María de la Defensión, que tiene una cronología idéntica. Por tanto, parece lógico pensar que la primitiva fachada de San Marcos se construyese en ese mismo periodo.

La segunda zona de la iglesia, que abarca los tres tramos de bóveda restante, presenta también el plemento en hiladas redondas en el tercer y quinto tramo. No obstante, aquí las bóvedas se cubren con una profusión de combados nunca vista en Jerez. El tercer tramo, de planta cuadrada, es una bóveda de crucería con terceletes y un nervio circular en el rampante. Dentro de este nervio circular encontramos cuatro nervios circulares que nacen y mueren en la clave central, llegando al punto en que los nervios principales se unen al rampante, amén de otros cuatro combados que unen las claves en que los terceletes se unen al nervio circular del rampante. De los mismos terceletes, a los dos tercios de su longitud de nacer, parten dos combados, que se dirigen uno a la clave en que el nervio principal inmediato se une al nervio circular del rampante, y el otro al arco toral más cercano. Hay que señalar que estos últimos combados no nacen de claves, sino de guirnaldas, motivo presente en el tardogótico portugués, como también parece influencia portuguesa la colocación del plemento en hiladas redondas en el interior del sector de la bóveda que delimita el nervio circular.

El cuarto tramo, de planta rectangular, también presenta crucería con terceletes, pero la abundancia de nervaduras es tal, que casi dan el aspecto de una red. De la clave central parten nervios circulares que llegan hasta las claves en que los espinazos se unen a los terceletes, más otros de doble inflexión que mueren en los arcos formeros y fajones. De la mitad de los nervios principales nacen combados que mueren uno en la mitad del nervio principal contiguo y el otro en el centro del arco toral inmediato, mientras que de una altura de dos tercios desde el enjarje de los terceletes nacen sendos combados que van uno al centro del fajón inmediato y el otro al tercelete inmediato. La manera en que se unen los nervios en esta bóveda es mediante claves o sencillamente siendo absorbido por otro nervio, sin ningún tipo de elemento ornamental. Además, podemos ver una guirnalda anillando la parte más lejana al centro de los nervios rectos. En los dos últimos tramos, los nervios que mueren en el centro de los muros se prolongan sobre éste hasta morir en una piña decorada con motivos vegetales, justo encima de la ventana inmediata. En esto hallamos un elemento característico de la arquitectura del momento en la zona en la que intervienen maestros portugueses, como ya se señaló en la jerezana parroquia de San Mateo y como volveremos a ver en la iglesia de Santa María de Arcos de la Frontera. Además, en las ventanas más cercanas a la cabecera, la ménsula que queda ubicada sobre la clave del vano queda rematada en su parte inferior por una suerte de tronco estrecho, que recuerda al elemento vegetal que se sitúa en la clave del arco de acceso a la capilla mayor de la parroquia de Nuestra Señora de la Oliva de Lebrija y que resulta un trasunto de la trasformación de elementos arquitectónicos en otros que imitan a la naturaleza, algo que fue muy frecuente en el último gótico portugués.

El quinto tramo, correspondiente a la cabecera, es de planta ochavada y cuenta con una serie de nervios rectos que nacen de la clave central del arco toral, alternándose los que mueren en el enjarje directamente y los que se bifurcan para morir en el enjarje contiguo. De los primeros, nace de una guirnalda un combado que se une a la clave en que se bifurcan los segundos, mientras que de esa clave, y aprovechando el hueco de la bifurcación, nace un nervio fusiforme que muere en el muro. Pinto Puerto ve en esta profusión decorativa un intento de simbolizar el crucero que no posee la iglesia, remarcando que aquí las hiladas redondas del plemento se extienden más allá de la zona central de la bóveda, ocupándola casi en toda su superficie(3).

Los dos arcos torales en los que se abren los dos últimos tramos de bóveda presentan una banda de decoración vegetal. Por su parte, las capillas del muro de la epístola, que pertenecieron a las familias Grajales y Pesaño, aún conservan el diseño que realizó para su acceso Diego Ximénez, ya que la zona inferior de las otras dos fueron alteradas entre 1750 y 1762 por el arquitecto Pedro de Cos para albergar el nuevo sagrario de la parroquia(4). Los arcos más próximos a la cabecera son apuntados y los más lejanos carpaneles, presentando todos decoración vegetal muy tosca en la línea de imposta. Quizás lo más novedoso de estas capillas es que los baquetones mueren en una estructura circular, al modo del pilar adosado al muro en que mueren los nervios de las bóvedas del segundo tramo en adelante. A este respecto hay que señalar que el primero de estos pares de pilares presenta planta circular, pero el resto de la estructura es la clásica del pilar gótico jerezano del XV, mientras que el segundo de estos pares, inmediato a la capilla mayor, mantiene la planta circular hasta la zona superior, rematándose por una estructura circular que le da cierto aire columnario y que está formada en su parte inferior por una danza de arcos apuntados y en la superior por una ancha banda de decoración vegetal.

Pese a que la nave de la iglesia estaba terminada hacia 1534, la obra de San Marcos no concluyó hasta unos años más tarde. En 1539 se efectúa una compra de cantería, entre la que figuran 350 "piedras de canteria de peña del Rey que se nonbran las piedras elgibas"(5) y 500 sillaretes. Las primeras, llamadas aljibas, se utilizaban habitualmente para hacer cornisas y las segundas para los muros, por lo que todo parece indicar que lo que se estaba construyendo en aquel momento era la sacristía, que se encuentra adosada a la capilla mayor, tras el muro de la epístola. La bóveda de la sacristía es una versión a menor escala de las bóvedas que cubren la única nave de la iglesia. Se trata de una bóveda de crucería con terceletes que presenta cuatro nervios aproximadamente circulares que nacen en la clave central y llegan hasta la clave intermedia de los terceletes, otros cuatro nervios fusiformes que nacen en estas claves secundarias para morir en el centro del arco formero o fajón inmediato y otros combados que nacen en el tercio superior de los terceletes respecto a su enjarje, dirigiéndose uno al centro del muro contiguo y el otro al lugar en que el nervio principal se une a los nervios circulares que nacen en la clave central. La bóveda presenta tan sólo cinco claves, la central y las secundarias de los terceletes, realizándose la unión del resto de los nervios directamente, sin ningún tipo de elemento adicional. La continuidad con la obra de la iglesia hace pensar en un diseño del propio Diego Ximénez para esta dependencia, si bien aquí encontramos un elemento original, que son las cuatro ménsulas en las que enjarjan los nervios en las esquinas, en las que podemos apreciar elementos ornamentales extraídos del repertorio del arte clásico, tales como gotas u ovas, si bien dispuestos de una manera poco ortodoxa. Esta fue la tónica general de la introducción del Renacimiento en una comarca en la que los maestros adoptaron las novedades estéticas pero, salvo alguna excepción, no llegaron a entender la sintaxis del lenguaje de la Antigüedad Clásica.

NOTAS

1. PINTO PUERTO, Francisco: Las esferas pétreas. Análisis de las soluciones del arte de la montea en la provincia de Cádiz durante el siglo XVI. Tesis doctoral inédita.

JÁCOME GONZÁLEZ, José y ANTÓN PORTILLO, Jesús: "Apuntes histórico artísticos de Jerez de la Frontera en los siglos XVI-XVIII (2ª serie)", Revista de Historia de Jerez. Jerez. 2001. Nº 7. p. 108.

PINTO PUERTO, Francisco: Op. Cit.

AROCA VICENTI, Fernando: Arquitectura y urbanismo en el Jerez del siglo XVIII. Jerez. Centro Universitario de Estudios Sociales. 2002. pp. 220 y ss.

APNJF. 1539. Oficio VIII. Alonso de Cuenca. Fol. 132 y ss. 10 de febrero.

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