Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Habladurías

Fernando Taboada

Media Cataluña

ESCRIBO esto desde lo que hoy perfectamente podría ser un país extranjero. Si al archiduque Carlos le hubieran ido mejor las cosas en la Guerra de Sucesión, quién sabe, yo a lo mejor este fin de semana, para poder estar en Barcelona, habría tenido que cruzar un paso fronterizo. Y si al mostrenco de Artur Mas las fantasías independentistas se le hubieran materializado, para yo poder venir a tomarme un cava a Sant Sadurní lo mismo tendría que pedir un visado y enseñar el pasaporte. Pero como al archiduque Carlos le fue regular tirando a mal, y al señor Mas tampoco se le cumplen esos sueños suyos llenos de barretinas y de castellers, plantearse semejantes cuestiones viene a ser como plantear qué habría ocurrido si mi abuela, en vez de ser mi abuela, hubiera tenido ruedas y manillar, o qué habría pasado si Jordi Pujol, en lugar de dedicarse a la política, hubiera ingresado en la cuadrilla de Antoñete como banderillero.

Pero es normal que las ansias patrióticas se apoyen en esas derrotas que podrían haber sido victorias y en esos episodios históricos con pintas de leyenda. De hecho, no debemos olvidar que el patrón de Cataluña lo es por haber vencido a un dragón en desigual batalla para salvar a la princesa.Con todo, venir a Cataluña sigue siendo tan exótico como ir a Pamplona o a Cáceres. Los semáforos funcionan como en cualquier sitio; entras en los bares y los camareros tienen por costumbre servir los cafés sin mayor empacho, y en las recepciones de los hoteles ni siquiera se sorprenden por alojar a huéspedes que no nos apellidamos Puigcorbé. Con todas sus manías, yo envidio a veces a los nacionalistas. Y los envidio por tener respuestas a la mayoría de las preguntas que se les plantean. ¿Quién tiene la culpa de la crisis económica? España, que les roba. ¿Cuál es la solución al problema del desempleo? Acabar con el centralismo. ¿Dónde hay que encontrar las raíces de la corrupción? En cualquier sitio menos en la propia Cataluña. Y así. Sin embargo, les envidio ya menos al ver la cantidad de fantasmas que los acosan continuamente y que les impiden comer con normalidad una tortilla de patatas, ya que ante un simple pincho se les puede presentar el símbolo inquietante del estado opresor causante de todos sus males.Y lo que no les envidio en absoluto es su cabezonería. Ahora que no ha quedado tan claro que los catalanes pretendan como un solo hombre dejar de ser españoles, en vez de recular en sus pejigueras, insisten los nacionalistas en lo urgente que es independizarse. Ahora que incluso les puede gobernar nada menos que una paisana de Jerez de la Frontera, habrá quien se esté preguntando cómo demonios tienen derecho al voto los que no defienden el separatismo.

Y no les envidio, sobre todo, porque en su porfía, con una sociedad dividida por la mitad, lo máximo a lo que podrían aspirar es a pedir media Cataluña independiente. ¿Lérida con Gerona, por ejemplo? Podría ser una opción.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios