Los petardos se merecen un artículo aunque seguro que darían para un tratado concienzudo. Los petardos y las petardas, por aquello del lenguaje políticamente correcto, que es muy petardero también. Hay tantos petardos y con tanto eco que parece que estamos celebrando las Fallas a perpetuidad. Menuda traca.

Los petardos políticos, valga la redundancia, se sienten indispensables y no les importa entregarse a problemas inexistentes o meter la pata con insistencia porque son los cascarones de huevo de la sociedad. Nunca pierden ni juegan al cien por cien ya que piensan que las reglas del juego sólo le son aplicables a los demás. Te convocan incansablemente a las elecciones para responsabilizarte y encontrar su patente de corso, no para cambiar las cosas. Los gobernantes deberían de ir por delante de los problemas pero van, o montados encima como Mas en Cataluña, o justificándose en ellos como Pablo Iglesias, o posando para el retrato como Pedro Sánchez, o por detrás como Rajoy, esperando que el tiempo le dé la razón y solucione las cosas. Suelen agarrarse a pancartas de manifestaciones que se realizan precisamente contra ellos. Curioso. No son conscientes del hartazgo que producen.

Yo creía que a raíz del movimiento de los indignados, los grandes partidos iban a responsabilizarse un poquito, a limpiar sus casas, a renovar sus principios, a adelgazar las estructuras de poder, pero lo único que he visto es que los propios indignados han copiado uno por uno todos los vicios hasta integrarse de modo natural en el sistema.

El premio al petardo político yo se lo doy, y mira que está disputado, a Celia Villalobos porque cada vez que habla mete la pata, indigna a los suyos y encima se enorgullece. Caso paradigmático de la torpeza política y de falta de empatía con la sociedad. No comprendo cómo está ahí y, creo que ella tampoco, porque se va superando a sí misma y a sus propios disparates. Insoportable.

Me gustaría que sólo hubiese petardos en la política pero no es así. Hay camareros petardos, funcionarios petardos, clientes petardos y en la cúspide de la pirámide petardil el petardo-petardo, que es aquel que no tiene otra función en la vida que dar por saco. Triste dedicación.

No debes discutir con un petardo porque sólo conseguirás prenderle mecha. Huye de él como de la peste, no porque sea contagioso, sino porque al petardo de pro le gusta explotar y no hay que darle gusto.

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