Editorial

No hay que bajar nunca la guardia

LOS graves incidentes entre seguidores radicales del Cádiz B y del Xerez Club Deportivo antes del partido que ambos equipos disputaron el domingo pasado en El Rosal (Puerto Real) demuestran hasta qué punto la violencia sigue instalada en torno a este deporte independientemente de la categoría en la que militen los equipos. Un encuentro aparentemente normal de Primera Andaluza a punto estuvo de acabar en una tragedia de consecuencias incalculables, como atestiguan las imágenes de los enfrentamientos, que han dado ya la vuelta al mundo. El balance de dos heridos es poco para la violencia que emplearon los 20 radicales azulinos y los 50 amarillos, armados con palos y piedras. Mientras se investiga el origen de la batalla campal (al parecer los ultras se citaron por redes sociales) y se identifica a los participantes, hay que aclarar también si se adoptaron todas las medidas necesarias para este tipo de choques que, si bien no son considerados "de alto riesgo" por la categoría de la que hablamos, sí merecen especial atención por la rivalidad histórica que existe entre los clubes. De hecho, hubo presencia policial en El Rosal y fue precisamente la intervención de los agentes de una Unidad de Prevención y Reacción (UPR) del Cuerpo Nacional de Policía lo que evitó que la cosa fuese a mayores, pero lo que no se entiende es por qué no llegaron antes al lugar de los hechos. El Cádiz asegura que, por dos veces, comunicó a las comisarías de Cádiz y de Puerto Real la posibilidad de que hubiese incidentes, de ahí que este club considere que no es responsable de lo sucedido, al igual que el Xerez, que ha pedido explicaciones a la Delegación del Gobierno. La Policía y el Subdelegado del Gobierno sostienen, por contra, que sólo tuvieron conocimiento a través de mensajes telefónicos entre aficionados la misma mañana del domingo. A la espera del informe policial, que será por otra parte el que utilice la Comisión Antiviolencia para aplicar posibles sanciones, parece claro que estamos ante un problema que, lejos de haber sido atajado o alejado por la categoría actual de los clubes de Jerez y Cádiz, presenta un rebrote violento muy preocupante, lo que indica que no hay que bajar nunca la guardia ante estos grupos de energúmenos que utilizan la excusa de un partido de fútbol para dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Hay que condenar contundentemente estos hechos intolerables y trabajar por erradicarlos, desde los responsables de la seguridad ciudadana a los propios clubes, cuyos dirigentes deben dar ejemplo con sus conductas y con decisiones ejemplares contra los implicados, al margen de las que establezca el Código Penal.

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