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Cajón de sastre

Nicolás Barroso

Camino seguro

HACE más de un año, en una de las columnas que ustedes me hacen la merced de leer, comenté mi estupor por los embotellamientos que se producen a la puerta de los centros de enseñanza a las horas de entrada y salida. Me lamentaba de que los niños no fueran andando a la escuela y sostenía la tesis de que no haciéndolo, lo que se estaban perdiendo era su propia vida en la ciudad. Eran extranjeros en su propia patria. Imagínense entonces mi satisfación cuando he descubierto que un psicopedagogo italiano, Francesco Tonucci, piensa lo mismo que yo, pero además ha pasado a la acción.

Estaremos de acuerdo en que las noticias de los telediarios y los casos de secuestros y agresiones a menores son para acongojar a cualquier padre responsable, pero en esto, como en muchas otras cosas de la vida, los árboles no nos dejan ver el bosque. Tonucci ha estudiado el asunto y ha comprobado que hay violencia contra los niños y las mujeres, pero el 90% proviene de los familiares, los educadores y las parejas y no de lo que sucede en la calle. Con las estadísticas en la mano, el lugar más peligroso para un menor es su casa y el coche de sus padres. ¿Para qué demonios estamos educando a nuestros hijos en el miedo a los adultos desconocidos? Por muy malos que seamos, prácticamente nadie rechaza ayudar a un niño. El italiano, creó un programa para que los niños fueran solos a la escuela y le llamó Camino Seguro. Convenció al alcalde de su ciudad y se obró el milagro. Se crearon rutas seguras para ir y volver del cole, los chavales esperaban por la mañana al grupo de compañeros que vivían cerca y emprendían la marcha. Por el camino había comercios identificados con unas pegatinas, donde poder beber agua o hacer alguna necesidad acuciante. Incluso un grupo de jubilados decidió dedicar una hora al día a vigilar los puntos potencialmente peligrosos. El programa se extendió a varias ciudades de Italia y se exportó a Argentina y a España. Los alcaldes de Gandía, El Prat de Llobregat o Alzira se adhirieron pese a que la medida es conflictiva cara a las elecciones.

Los beneficios han sido inmensos. En Buenos Aires la criminalidad descendió un 50% en las áreas del programa. Un sitio donde se protegen los niños no es terreno abonado para los delincuentes. Al final resulta que los niños son mas listos y autónomos de lo que pensaban sus padres y han ganado un mundo maravilloso y abierto: su ciudad.

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