Desde la ciudad olvidada

José Manuel / Moreno / Arana

El convento del Espíritu Santo

LA bajada hacia el Arroyo desde San Blas es pronunciada y nada uniforme. Lo accidentado del terreno hace poco cómodo el transcurrir por una Cuesta del Espíritu Santo casi siempre desierta aunque, en cambio, permite observar una de las más bellas vistas de la ciudad hacia ese frente monumental en el que se escalonan la Catedral, el Alcázar y San Miguel. Un rincón infravalorado que transcurre por un escenario arquitectónico mantenido de forma dispar y donde sobresale como principal referencia la simplicidad geométrica del ábside de la iglesia del antiguo convento que da nombre a la calle.

No es la primera vez que este edificio renacentista aparece en esta página. Sin embargo, los rumores de una posible compra del cenobio para convertirlo en establecimiento hotelero hacen que de nuevo esté de actualidad tras nueve años deshabitado, descuidado y expoliado. Ahora se habla del interés por él de un magnate filipino que se ha hecho conocido en España por adquirir varias firmas bodegueras y un famoso rascacielos de Madrid. La llegada a nuestro casco antiguo de las supuestas inversiones de un personaje como éste, afortunado miembro de la lista Forbes, puede invitar al optimismo. No obstante, ante un futuro inseguro, la especulación flota en el ambiente y las dudas sobre el destino de la excelente iglesia preocupan. No es ninguna buena noticia que un templo histórico pierda su uso original. A la inevitable desvirtuación se suma la pérdida definitiva de un mobiliario hoy disperso y que ya nunca volverá. Una nueva funcionalidad puede ser un mal menor, justificado por la conservación de un importante elemento de nuestro patrimonio. Pero cuidado con los generosos propósitos, que de buenas intenciones está lleno el infierno…

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