La columna

Luisa Fernanda Cuéllar

Soltar amarras

A la hora de escribir, puede ocurrir que vengan a la mente un cúmulo de ideas, pero también es frecuente que ninguna musa se digne pasar por el espacio en blanco de un folio. Sin embargo, las palabras siempre están prontas a organizarse, unas tras otras, hasta que forman párrafos que se acomodan a sus anchas en las páginas.

Las palabras que salen de la creación del escritor se convierten en cómplices de las historias que se cuentan. Ellas saben de sobra lo que está ocurriendo dentro de la trama. Ríen o lloran. Pero siempre se confabulan para dar la mejor versión de sí mismas. Incluso, en ocasiones, pueden retar al escritor y sublevarse ante situaciones que no son de su agrado.

Pareciera que aisladas están desnudas y desprotegidas. Pero cuando de ellas depende el desenlace de un libro, se abrazan formando una cadena de intrigas que les hace llegar a su destino. Ellas van dictando el orden y el sentido de las ideas. También deciden cuáles fibras sensibles van a tocar y de qué manera hay que hacerlo. Son amorosas con los personajes débiles e implacables con los villanos.

Así, párrafo a párrafo, página a página, se convierten como por arte de magia en un libro que sale a navegar sin rumbo y sin bandera. Eso ocurrirá esta noche en la Fundación Caballero Bonald, cuando al sonar las veinte horas, un libro nuevo romperá amarras y saldrá, con lo puesto, a cruzar los océanos. Lleva por título "El viento en la arena" y no tiene más pretensión que resultar del agrado de los lectores.

Su edición ha estado al cuidado de José Mateos, quien como siempre, le ha puesto elegante. Lo presentará Pedro Sevilla, quien viene de Arcos para darle el empujoncito que le echará al agua. Todo ello amenizado con el violín de D. Enrique Orellana. Menudos padrinos tiene. Sólo falta el público, del que usted forma parte.

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