¡Oh, Fabio!

Luis / Sánchez-Moliní

Las dos sendas del socialismo

MIREMOS más allá de los intereses personales, de los chillidos de Iceta, de l'etat c'est moi pronunciado por Verónica Pérez a las puertas de Ferraz, de la intervención a la búlgara de ayer de Susana Díaz, de las exégesis que unos y otros hacen del confuso artículo 36 de los estatutos del PSOE... Si despojamos a la guerra interna de los socialistas de su anecdotario, incluso de sus personajes, nos quedará el núcleo duro del problema: el choque entre las dos formas de concebir el papel que debe desempeñar el PSOE en la política española durante los próximos años. Por una parte, a la sombra de los llamados críticos, se refugian los que creen que el Partido Socialista debe seguir siendo una pieza clave en el bipartidismo constitucionalista, una formación socialdemócrata y moderada leal al espíritu del 78, a la Corona, a la Unión Europea, al Estado de las Autonomías y a todas esas cosas que han configurado políticamente la España que hoy conocemos, la que entró en crisis con la recesión. Por otra, en torno a la figura de Pedro Sánchez se juntan los que ensayan un PSOE más en sintonía con los nuevos movimientos populistas surgidos en el mundo durante la última década, seguidores de ese izquierdismo un tanto esnob y fragmentado en nichos (animalismo, feminismo, LGTB, altermundismo, etc.), que creen que ya es hora de romper el acuerdo de la Transición para refundar España (o lo que quede de ella) y explorar caminos ignotos. Podríamos decir que es el espíritu de Felipe González contra el de Zapatero, pero siempre que recordemos que el último ha mantenido, como casi siempre, una postura un tanto ambigua en esta reyerta.

Ahora mismo, en el fragor de la batalla, es difícil saber cuál de las dos opciones va ganando, pero Pedro Sánchez, encerrado y asediado en su castillo de Ferraz, es la viva estampa de la derrota. En la guerra moderna nunca se ha ganado una batalla escondido en un búnker. Además, si convenimos que hace tiempo que el PSOE sólo subsiste con cierta fuerza al sur de Toledo -y las últimas elecciones autonómicas no han hecho más que corroborarlo- veremos hasta qué punto las fuerzas territoriales de Pedro Sánchez, agrupadas fundamentalmente en el norte, son exiguas. Para contrarrestar esta debilidad, desde el legitimismo pedrista se invoca a la militancia, un fantasma, una entelequia, como la palabra pueblo en boca de los demagogos. Esa misma militancia será la primera en vitorear a su verdugo/a.

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