Tribuna libre

Miguel Ángel Borrego Soto / Arabista. Centro De Estudios Historicos Jerezanos

La enfermedad del ignorante

SE equivoca Manuel Romero Bejarano cuando afirma, en su "pretérito perfecto" del pasado diecinueve de octubre, que es opinión extendida entre los jerezanos la antigüedad proverbial de nuestra ciudad.

Se equivoca Romero Bejarano, primero porque dudo mucho que la mayoría de mis paisanos conozca siquiera su propia memoria histórica, y segundo, porque el respetable pero reducido grupo que se dedica con rigor al análisis y estudio de los anales de Jerez es consciente de lo complicado que resulta retrotraer sus orígenes más allá del tiempo islámico. Sin embargo, de todo esto no puede concluirse que nuestra urbe sea producto del abandono de Asta Regia allá por el siglo XI, menos aún si no se explican las causas de ese supuesto y dudoso traslado poblacional hacia la actual Jerez. Quien a estas alturas todavía crea esto padece la enfermedad del ignorante, o lo que es lo mismo, ignora su propia ignorancia.

Hasta hace bien poco, los hallazgos arqueológicos situaban el origen de Jerez en el siglo XII. Es incuestionable que el esplendor político y cultural de la ciudad llega en esos años de dominación almohade, pero las últimas excavaciones en puntos claves del centro histórico jerezano corroboran las alusiones que sobre el Jerez de los siglos IX al XI aparecen en algunas de las más importantes fuentes históricas y biográficas árabes. Esta circunstancia demuestra que el Jerez prealmohade existió y nos obliga, por tanto, a retrasar la fecha de fundación de la ciudad a los primeros años de la presencia del islam en la Península. Para justificar esta aseveración me baso en los importantísimos restos cerámicos y urbanos encontrados recientemente en varias zonas del casco antiguo de Jerez -datados entre los siglos X y XI- y en tres textos fundamentales:

a) El primero es la Crónica de Ahmad al-Razi (ss. IX-X), que hace la siguiente descripción del Jerez de su tiempo:

Et Xerez Sadunia [Sidueña] es nombrada entre todas las cibdades de Espanya, et en ella ha todas las bondades de la tierra et de la mar; que si vos yo quissiese contar todas las bondades della et de su termino, non podria. Et las aguas non se dannan como otras, et la su fruta dura mucho. Et Xerez es tan buena que le non puede escusar en lo mas de Espanya…

No olvidemos que el original árabe de al-Razi se perdió y que el presente pasaje -traducción castellana del siglo XV de la versión portuguesa de los años 1279 a 1325- presenta algunas adaptaciones y anacronismos. Con todo, hay que tener en cuenta la verosimilitud de los datos que aporta la parte geográfica de esta obra, algo que el insigne arabista Pascual de Gayangos ya demostró en su momento.

b) El segundo texto pertenece al volumen II-1 del Muqtabis de Ibn Hayyan (s. XI), en concreto el fragmento referido a las defensas del suroeste de al-Andalus frente al ataque normando de los años 844-5 en tiempos del emir Abd al-Rahman II (m. 852), donde se habla de vestigios de ciudades, fortalezas, castillos y atalayas conexas y próximas, hasta que, al llegar a Qalat Gazwan, esas fortalezas conectan con Itálica y Coria hasta Sevilla, y luego se extienden desde ella hasta Qalat Ward, Jerez Sidueña y Astah, llegando a Cádiz y a aquella zona costera; no tengo la menor duda de que los antiguos hicieron estas fortalezas y atalayas sólo como defensa contra este enemigo normando que habrá estado llegándoles en distintas épocas…

El documento, que menciona a Asta y Jerez como localidades distintas y coetáneas, revela no sólo que nuestra ciudad existía en el siglo IX, sino también la posibilidad de su existencia antes de la conquista musulmana. Sin embargo, el texto sólo parece refrendar la antigüedad de las fortalezas y atalayas utilizadas como salvaguarda de los topónimos citados, sin que se precise si estos últimos eran también de fábrica primitiva. Habría que añadir que las fuentes históricas y geográficas árabes suelen especificar, dado el caso, el origen preislámico del lugar que describen, algo que nunca sucede con Jerez.

c) El tercer texto que confirma estos extremos es la Historia de los ulemas de al-Andalus de Ibn al-Faradi (ss. X-XI), obra en la que se esboza el retrato de siete destacados sabios que vivieron y ejercieron sus oficios en Jerez entre los siglos IX al XI. A partir de estas biografías se deduce que la capital de la zona a mediados del X era Jerez, ciudad en la que la vida religiosa y cultural comenzaba a tener cierta importancia. Se nombra al muftí y maestro Abu Razin, de origen beréber, que nació a finales del siglo IX y falleció bi-hadirat Sharish, es decir, en la capital, Jerez, el año 947 o 948; y a los predicadores Sulayman b. Muhammad al-Shiduni, nacido a principios del siglo X y muerto en 982, que se ocupó de dirigir la oración en Jerez desde el 948; Yazid b. Asbat al-Majzumi, que tal vez sucediera al anterior; y Asbat b. Yazid al-Majzumi, hijo de éste, quien relevó a su padre en el cargo hasta que murió hacia el año 1001 ó 1002. Junto a ellos, Ibn al-Faradi hace igualmente alusión a otros habitantes del Jerez califal que moraron en la ciudad a lo largo de los siglos IX y X.

Parece evidente que las autoridades envían a Jerez intelectuales y hombres expertos en ciencias religiosas del entorno para acelerar la arabización e islamización de la ciudad. Todos los indicios apuntan a un nuevo centro urbano en progresiva ascensión, de cuyos orígenes sabemos muy poco. Nada definitivo ni concluyente puede decirse del Jerez preislámico, de ahí que las hipótesis sean diversas y posibles. Tal vez el topónimo Cerit existió, aunque desconozcamos con exactitud si éste fue el nombre de un enclave romano -situado en el solar de la actual Jerez o, como apunta Montero Vítores, en las laderas de Gibalbín-, o bien el de una vasta y rica región agrícola -el ager Ceretanus de Marcial y Columela- sobre la que se asentó una guarnición militar musulmana con la misión de controlar a las insurrectas metrópolis cristianas del entorno.

Con todo, a la vista de los testimonios arqueológicos y documentales, Jerez se configura como fundación islámica de los siglos VIII o IX, no siendo hasta el X cuando la ciudad adquiere en la región una innegable notoriedad. Esta trascendencia alcanzará su máximo apogeo dos centurias más tarde, durante el gobierno de la dinastía almohade en al-Andalus.

El dudoso cambio de emplazamiento de Asta Regia hacia Jerez en el siglo XI al que alude el señor Romero Bejarano en su columna, no resiste un mero análisis histórico. Y no deja de sorprenderme que a estas alturas se traiga a colación tan endeble argumento, basado en una rancia tradición histórica jerezana completamente superada.

No se preocupe usted, señor Romero Bejarano, que como dijo Albert Einstein, todos somos ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios