TRIBUNA LIBRE

Pedro Rodríguez Mariño / Sacerdote. Doctor Arquitecto Y Doctor En Filosofía

En el cuarto aniversario de Benedicto XVI

EL Papa no se identifica con la Iglesia pero sí la determina de manera muy particular. Él es la roca que la fundamenta, la piedra de Pedro. Es quien detenta en Ella "el poder de las llaves", poder de atar y desatar en Dios y ante Dios. Es el Pastor de todos los bautizados, de los fieles y de los pastores de la Iglesia, las ovejas y los corderos. Para este oficio de servicio -ministerio petrino- fue llamado por Dios, con la votación del Cónclave del 19 de abril de 2005, el Cardenal Ratzinger. A sus casi ochenta años acepta y, confiando en la gracia de Dios y con una responsabilidad admirable, se entrega en cuerpo y alma a la tarea como Benedicto XVI.

No es ahora el ámbito de una cátedra o el sectorial de un dicasterio romano el objeto de su dedicación, es todo el orbe católico, y aún el mundo entero, a donde ha de llegar el Vicario de Cristo con su oración, su trabajo y su orientación. El último hito de su agenda de trabajo le ha llevado a Camerún y Angola, en un quehacer intenso y profundo. Con él nos ha llevado a nosotros, o al menos nos ha hecho asomar a la dramática y a la vez esperanzadora realidad africana.

Qué generosidad con África la de los últimos Pontífices. Pablo VI inicia las visitas en el año 1969, a Uganda, y Juan Pablo II estuvo 16 veces, visitando 42 de sus 56 países. El mandato de Jesús a Pedro confirma a tus hermanos sigue inspirando a sus sucesores en la sede romana. No es un afán imperialista, interesado; es afán de servir e iluminar, diciendo la verdad con sencillez y valentía; proponiendo el bien con fortaleza. El apacienta mis corderos y apacienta mis ovejas incluye el dar la vida del buen pastor. Por eso tiene tanta fuerza lo que dice el Santo Padre, por eso se le quiere y se le acoge, por eso genera entusiasmo y agradecimiento, por eso se le atiende y se le acepta también en lo que pueda resultar arduo.

Uno de los actos de Benedicto XVI en esas jornadas africanas ha sido la presentación, a los doce sinodales africanos, del Documento de Trabajo para el Sínodo de los Obispos sobre África, que se celebrará en Roma el próximo octubre. Su lema dice mucho "La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz". Y es bien expresivo de cómo la actuación del Pontífice, aunque sea local y concreta para un país determinado, no es localista; siempre tiene en el horizonte todo el continente y a toda la Iglesia.

La gestión del Papa es católica, universal, como el ser de la Iglesia. Nos sirve a todos lo que Benedicto XVI hizo y dijo esos días recientes en Yaundé, como por ejemplo, un cristiano no puede permanecer en silencio frente al dolor o la violencia, a la pobreza o al hambre, a la corrupción o al abuso del poder, o el resaltar positivamente, la entusiasta cooperación entre musulmanes, católicos y otros cristianos, ejemplar en Camerún, y referencia admirable para los demás pueblos africanos y para todo país civilizado.

El servicio del Pontífice en la Iglesia es sobrenatural, de fe, y espiritual, pero no espiritualista, desvinculado de la realidad. Igualmente la vida de las Iglesias locales y de sus fieles han de ser santas, espirituales, pero no espiritualistas desgarradas del entorno; máxime, lo han de santificar y transformar. Así lo pone de manifiesto la maravillosa expansión de la Iglesia en África en el último siglo. Desde menos de dos millones de fieles en el año 1900 ha pasado a 160 millones en la actualidad. Y otro dato bien expresivo es que el 25 % de los enfermos de sida del mundo son curados y atendidos en instituciones católicas.

Otro de los grandes rasgos de la actividad papal es ser principio de unidad en la Iglesia. Por eso urgía Benedicto XVI a los Obispos africanos la colegialidad en el gobierno y la fidelidad en la transmisión de la doctrina para la formación de los sacerdotes y catequistas. O subrayaba en otra ocasión la presencia de los cristianos en la vida social, como la gran ayuda para superar las rivalidades étnicas, tribales y religiosas todavía tan desgarradoras en muchos puntos de África.

Por último, vale la pena señalar que el sucesor de San Pedro en la Iglesia es sobre todo padre, Santo Padre le llamamos, porque materializa la paternidad de Dios, el desvelo por hacer llegar a todos la gracia redentora de Cristo. Sumo Pontífice, supremo mediador entre Dios y los hombres, que quiere llevar a la práctica el que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, en expresión de San Pablo. Por eso pueden ser realidad paradojas como ésta: el mayor seminario del mundo, con 1100 alumnos, está en Nigeria, un país, como la mayoría del continente africano, marcado por la violencia, el hambre y el látigo de las enfermedades.

Vale la pena seguir al Papa, vale la pena interesarse por su magisterio. Vale la pena ayudar a Benedicto XVI.

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