La tribuna

Manuel Clavero Arévalo

De la caridad en la verdad y 'Das Kapital'

HACE veinte años se hundió el comunismo en Rusia y en los entonces países satélites y concluyó la guerra fría entre dos bloques enfrentados. Benedicto XVI, en su reciente encíclica Caritas in veritate, recuerda cómo hubiera sido necesario un replanteamiento total del subdesarrollo en aquellos momentos como pidió Juan Pablo II en 1987, porque la existencia de esos dos bloques contrapuestos era una de las principales causas del subdesarrollo, pues la política impedía que se aportaran recursos a la economía y al desarrollo. Pidió también Juan Pablo II que con el fin de la guerra fría se proyectara de forma nueva el desarrollo, no sólo en los países liberados del comunismo, sino en todo el mundo. Benedicto XVI recuerda que ello ocurrió sólo en parte y afirma que sigue siendo un deber llevarlo a cabo para superar los problemas económicos actuales.

Se piensa que actualmente, con la crisis del capitalismo que estamos viviendo, el pensamiento de la Iglesia católica puede orientar no sólo estos momentos, sino también al mundo que ha de venir después de la crisis, porque después de ésta puede volver un frenético capitalismo o un renacimiento de la ideología marxista, basada en el ateísmo. Precisamente por ello no pocos creen que el pensamiento económico y social de la Iglesia podría jugar un papel fundamental para evitar las dos posibles alternativas expuestas.

Creo que a esa finalidad responde la primera encíclica que, sobre temas económicos y sociales, acaba de publicar Benedicto XVI, en la línea actualizada de la Rerum novarum y de la Populorum progressio. También con la preocupación de que el capitalismo necesita del sostén ético del catolicismo, se ha publicado en Alemania un libro que ha tenido un extraordinario éxito, titulado Das Kapital cuyo autor es el arzobispo de Múnich, Reinhard Marx, que ha estado en contacto con Benedicto XVI, también alemán. Hay algo común en el pensamiento de ambos y es que el capitalismo necesita el sostén ético, porque ha perdido su objetivo moral y la economía occidental tiene que orientarse a los más débiles y a regular rigurosamente el mercado. Como dice el arzobispo Marx, los países en los que dominó el comunismo, al caer éste, abrazaron un capitalismo laico en lugar de escoger un camino intermedio de influencia católica.

La encíclica Caridad en la Verdad, de Benedicto XVI, no ofrece soluciones técnicas sino que trata de aplicar la doctrina económica y social de la Iglesia a un mundo globalizado y en crisis y trata muchos temas de actualidad, y en la imposibilidad de comentarlos todos, analizaré solamente algunos. El mercado, dice la encíclica, al hacerse global, ha estimulado en los países ricos a buscar áreas en las que emplazar industrias a bajo coste con el fin de reducir los precios y ha estimulado nuevas formas de competencias entre los Estados con el fin de atraer centros productivos de empresas extranjeras con una fiscalidad favorable.

La falta de reglamentación del mundo del trabajo en algunos países produce una reducción de la red de seguridad social, con grave peligro de los derechos de los trabajadores. Es equivocada, añade, la idea de los que piensan que la economía de mercado tiene la necesidad estructural de una cuota de pobreza y subdesarrollo para funcionar mejor. No se debe considerar a los pobres como un fardo, sino como una riqueza, incluso desde el punto de vista económico.

El subdesarrollo no es fruto de la casualidad o de una necesidad histórica, sino que depende de la responsabilidad humana, y por eso los pueblos hambrientos interpelan, con acento dramático, a los opulentos. La globalización hace a los pueblos más cercanos, pero no más hermanos. La victoria sobre el subdesarrollo requiere actuar no sólo en la mejora de las transacciones y compraventas, sino sobre todo en la apertura progresiva en el contexto mundial o formas de actividad económica caracterizadas por ciertos márgenes de gratuidad y comunión.

La encíclica es amplia, profunda y densa y trata de temas importantes y de los problemas que plantea la actual crisis: del paro, de los sindicatos y de la obligación de defender a los no afiliados, de la responsabilidad social de las empresas, del carácter ético de las inversiones, de la actividad financiera con la microfinanciación, del nuevo poder político de las asociaciones de consumidores, de la inmigración, de la educación y de reforma de la ONU. En definitiva, se trata de un documento importante para los católicos y para los que no lo sean.

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