Alberto Núñez / Seoane

La 'sindecencia' de la ministra

ES sorprendente contemplar como esa especie tan típicamente española del izquierdoso intelectualoide, progre y gilipollas; que no es de izquierdas, ni intelectual, ni progresista, pero sí imbécil de remate; sigue plenamente vigente en nuestros días. Yo aún diría más: la 'sub-especie' en cuestión está tan bien de salud y su auge, en los últimos años, ha sido tal, que si la coherencia, el sentido común y la sensatez no ponen pronto remedio, el equilibrio sostenible entre la inteligencia y la estupidez -imprescindible para el futuro de la materia gris- estaría en riesgo grave de fenecer.

La ministra Sinde; seguro que, de jovencita, animosa luchadora por la libertad -la de expresión también lo es-, anti-derechista, 'bohemia', progre y todo lo que sigue, se ha descolgado con un proyecto de ley que permitiría a ella y a sus amigotes de la SGAE, cerrar las páginas de Internet que les venga en gana, sin autorización judicial.

Si a un partido de centro, de centro derecha o de derechas, como el PP, se le hubiese ocurrido proponer semejante desatino, 'la Sinde' y los suyos, no es que hubiesen armado un escándalo, es que hubiesen llamado a la guerra -santa, civil o lo que fuese necesario- para evitar tamaño atentado contra la libertad de expresión.

Ahora, es ella, y su amplia y variopinta bola de moscas cojoneras, la que intenta saltarse a la torera uno de los logros más valiosos de nuestra sociedad. ¡Vivir para ver!

Los recaudadores fanáticos de la SGAE, no han perdido el tiempo y ya tienen preparada una lista de 200 páginas que quieren cerrar en cuanto el bochornoso y vergonzante proyecto legislativo se lo permita. Porque serían dos representantes del Gobierno, dos de las operadoras de telecomunicaciones y, precisamente, dos de la SGAE, los que formarían la nuevas inquisición con más autoridad, en los asuntos a los que me refiero, que la propia judicatura. ¡País!... señores… ¡país!

La SGAE dice que se quiere confundir a la opinión pública, pero lo cierto es que son ellos los que quieren confundirnos a todos y ya amenazan con "tomar la iniciativa" porque, según ellos, "se trata de presionar a nuestros representantes políticos y bloquear el avance de los derechos de autor en Internet". Y ellos, ¿no presionan hasta lo inimaginable a los políticos para sacar adelante sus descabellados proyectos recaudatorios y confiscatorios?, ¿y nuestros derechos, dónde quedan?, ¿es que se puede pretender cobrar por la música tradicional, por una representación popular, sin ánimo de lucro, del 'Alcalde de Zalamea' o 'Fuenteovejuna' o a la misma tuna estudiantil de cualquier facultad?, ¿estamos locos, o que es lo que está pasando?

El pollo que se ha montado con la ocurrencia de la nueva 'miembra' - 'honoris causa' -del Gobierno, 'la Sinde', ha sido del quince. Desde la Asociación de Internautas, que clama al cielo y amenaza con drásticas medidas si no se pone pie en pared a tanto voraz desatino y exige la dimisión de la, por desgracia, ministra, hasta prestigiosos periodistas, intelectuales -serios-, empresarios, banqueros, escritores, actores y muchos músicos; todos han coincidido en que hay que tratar de evitar la consumación de semejante bodrio.

Parecer ser, -digo: "parece ser", porque no me lo acabo de creer- que por una vez el presidente Zapatero va ha hacer lo que debería hacer. Le escuché desautorizar, sin paliativos, a la incompetente ministra de Cultura, González Sinde, aclarando que "no se van a cerrar páginas web sin autorización judicial", aunque para cumplirlo se vea obligado a reformar su proyecto de Ley.

También he leído las declaraciones de la vicepresidente del Gobierno en las que afirma y "reconfirma" que "se eliminará del proyecto la disposición que permite cerrar webs".

Ya me imagino a Bautista, Ramoncín y el resto de la tropa de la SGAE, haciendo cola en la farmacia de guardia para comprar antidiarreicos de acción rápida si sale adelante la reforma de su intento intervencionista y liberticida ¡pobrecillos!

Esperemos que este conato de atropello a la libertad de expresión por parte de una ministra incompetente y el desmedido afán recaudatorio de la SGAE, una entidad que ha perdido por completo los papeles; sean tan efímeras como la impronta que la una y los otros van a dejar para el futuro.

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