Provincia de Cádiz

Condenan a una enfermera del SAS a año y medio de inhabilitación por mala praxis

  • La sentencia, que ha sido recurrida, obliga también al Servicio Andaluz de Salud a indemnizar con más de 108.000 euros a la paciente por las lesiones que sufrió por un gotero mal puesto

Han pasado cinco años pero la isleña María Luisa Fernández Acosta no puede olvidar el día en el que un error médico le destrozó la vida. Una negligencia por la que el Juzgado de lo Penal de Cádiz ha condenado a una enfermera del Hospital Puerta del Mar a cuatro meses de prisión y año y medio de inhabilitación en el ejercicio de su profesión y al Servicio Andaluz de Salud (SAS) a indemnizar a la efectada con 108.012,29 euros (más los intereses legales correspondientes). La resolución judicial no es firme. Incluso ha sido recurrida por el SAS ante la Audiencia Provincial.

Ocurrió el 7 de marzo de 2008, cuando María Luisa, una isleña que ahora tiene 51 años, acudió al Hospital Puerta del Mar para recibir una nueva sesión del tratamiento de hierro por vía intravenosa que le había sido prescrito por el médico al padecer anemia ferropénica.

Ya había pasado por este trámite con anterioridad. Pero, en esta ocasión, hubo problemas. La vía no fue bien colocada o se salió al rato de iniciarse el tratamiento -ha sido imposible de concretarse con exactitud durante el juicio- lo que produjo entonces la extravasación del líquido (que es tóxico y produce corrosión a nivel celular, según el informe presentado por la forense). La bomba de seguridad que avisa cuando esto ocurre -detecta cambios de presiones en los fluidos- tampoco dio alarma alguna.

María Luisa se quejó a la enfermera del servicio de Oncología, donde se imparte este tratamiento. "Me estoy quemando", avisó. Pero no le hicieron caso. Le dijeron que no se moviera, que debía estar muy quieta para que el tratamiento fuera efectivo y para que la vía no se le saliera. Incluso -recuerda la isleña afectada- le recriminaron que era "muy aprensiva".

Así que la extravasación de hierro continuó hasta que otra paciente que estaba a su lado en la sala advirtió de que María Luisa estaba muy mal y de que tenía el brazo tremendamente hinchado.

Fue entonces cuando el personal se dio cuenta de lo que realmente ocurría y pararon el tratamiento. Aunque ya era demasiado tarde. María Luisa estuvo a punto de perder el brazo. En los días siguientes tuvo que ser intervenida en tres ocasiones para que los médicos procedieran a la extracción del hierro. Estuvo un mes ingresada en el hospital. Perdió la movilidad del brazo. Aunque los problemas ni siquiera habían empezado todavía. Inició entonces un desesperante periplo por distintos servicios y especialidades -traumatología, rehabilitación, cirugía plástica, clínica del dolor...- que no consiguieron mejoría alguna en su estado. Parecía que no sabían qué hacer con ella. Al final, admite, tuvo que recurrir a la consulta privada de un especialista en cirguía vascular."Tengo hasta 105 partes de Urgencias, de todas las veces que tuve que acudir al hospital por el brazo", cuenta la afectada.

El brazo se le hinchaba, le salieron ampollas, la piel se le caía. El dolor -afirma- era insoportable. Todavía hoy sufre secuelas. Incluso debe ser tratada con morfina para soportar su día a día. A raíz de las lesiones sufridas le fue reconocida una minusvalía de 42 por ciento que posteriormente aumentó al 67 por ciento.

Pero las secuelas no solo son físicas. María Luisa -que hasta entonces había sido una mujer alegre, que trabajaba como limpiadora y que incluso pertenecía a una conocida peña de La Isla- se hundió en una profunda depresión de la que todavía no ha podido salir. "Perdí la vida que tenía. Desde aquel día no soy la misma", lamenta.

"No quiero dinero. Quiero que me devuelvan la vida que tenía antes de que todo esto pasara", afirma. Porque María Luisa, en todo este doloroso proceso, ha echado también en falta algo de comprensión por parte del Servicio Andaluz de Salud. De hecho, asegura que fue el trato recibido por parte de la sanidad pública durante los meses siguientes lo que la empujó a reclamar.

En el fallo judicial, conocido hace apenas unas semanas, se condena a la enfermera que la trató aquel día a cuatro meses de prisón -que no cumplirá por no tener antecedentes penales- y a año y medio de inhabilitación por "un delito de lesiones por imprudencia profesional", aunque la resolución, en todo caso, todavía no es firme. Considera el juez que si hubiese prestado atención a las quejas de la paciente podría haberse evitado las lesiones ocasionadas a la paciente. Incurrió en "falta de diligecia o inobservancia del deber exigido de cuidado".

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