La caza en Cádiz

La criba del cazador

  • La autorregulación interna de las sociedades de caza limita la cacería. La Junta estima que la renta anual del sector en Cádiz es de 10,6 millones.

Cuando llega octubre y se abre la veda de caza cada mañana es una odisea para ciertas especies que recorren las campiñas y montes de la provincia. Lo primario y básico es pasar la criba. La leyenda del cazador es que es un personaje con ansias de agujerear cuerpos animales, equiparado a las prácticas furtivas como si fuesen las suyas habituales. Es una criba periódica sí, aunque por esto debe entenderse como la selección de animales dentro de lo permitido por la ley y respetando los ciclos vitales de las especies. Ahora es turno para los conejos pero si sigue la enfermedad que azota a estos saltarines del campo, quizás las escopetas apunten a otra especie con menores problemas de reproducción. Así ocurrió siempre en anteriores epidemias.

Amanece un jueves en la campiña de Vejer y las primeras sombras emergen con los neonatos rayos del sol. Entre pasos silenciosos y rastros frescos de animales, los cazadores aprovechan el primer día de la semana, el jueves, en el que pueden salir de caza. En ese momento, Antonio Melero, el guardia del coto aparece ante la atenta mirada de tres hombres. Ellos lo conocen, él más aún a ellos, pues desde que empezara a trabajar en las zonas de caza de la pedanía vejeriega de Nájaras no se le escapa ningún detalle. "No hemos conseguido nada", lamentó inmediatamente uno de los tres a su llegada. Ellos mismos se autoimponen unas reglas, se hacen llamar "ecologistas". Aunque creen que su figura está demonizada, ellos aseguran que su mente piensa "incluso más" que otras personas en la permanencia del status quo de la naturaleza y dicen compartir la visión ecologista de preservar el medio ambiente. Quizás el problema esté en la presentación y el contenido de las tesis argumentales que sostienen uno y otro sector, quizás buscando el acercamiento entre partes la posibilidad de romper clichés no sería utopía un acercamiento.

Este coto en concreto es controlado por el Club de Caza 'El Abejaruco'. Esta sociedad alquila los terrenos a los propietarios de las hazas, porciones de tierras privadas que el Ayuntamiento de Vejer sortea cada cierto tiempo, y las pone al servicio de sus socios. En la actualidad, figuran 550 socios propietarios, estos pagan menos de la cuota de socio y pueden utilizar el terreno que hayan cedido sin aportar cuantía alguna a la entidad. Por otra parte, los integrantes básicos son 460 y estos abonan un importe mayor.

En total, en este terreno de las hazas de Nájaras tienen tarjeta de socio unas 300 personas que abarcan una extensión que ronda entre las 6.000 y las 7.000 hectáreas. En la provincia, calcula la Junta que hay 584 cotos de caza menor. La Junta ingresa por las diferentes áreas cinegéticas de las que dispone la provincia unos 98.110 euros. El sector tiene una renta media anual de 10,68 millones de euros y en toda la región autónoma 71,6 millones de euros.

En primer lugar, para explicar cómo la caza puede llegar a cumplir esa máxima de la autorregulación y el respeto por el ecosistema es importante centrar la atención en la figura del guardia de coto de caza. Antonio Melero vive para salvaguardar toda una vasta zona y protegerla del furtivismo. Éste mismo comentó cómo en una madrugada de la pasada semana detuvo a un furtivo que estaba usando métodos ilegales para hacerse con una liebre. Esta es una de las especies más protegidas, ya que sólo puede cazarse una por persona en lo que se conoce en este mundillo como batidas, que suelen organizarse una vez al año. "Siempre hay alguno que se sale de la norma", comentó Antonio. Cuando ocurre algo así, las reglas internas son tajantes y puede haber sanción o expulsión a un socio si mata a una especie que no puede ser cazada ese día o si se pasa del límite asignado por persona. El presidente del Club de Caza 'El Abejaruco', Sebastián Gallardo, aclaró cuáles son los procedimientos en estos casos. "Intentamos colocar todas las sanciones de 3 meses a 6 meses y de 6 meses a 1 año. También se puede proceder a la expulsión. En todos los casos, la junta directiva estudia cómo fue o cómo pasó", explicó Gallardo. Aunque no hace falta dialogar con el máximo responsable de los cazadores vejeriegos para comprobar que todos saben bien qué se cuece ,"si matas a una liebre por lo que sea, tienes que demostrarle que ha sido una equivocación al guardia y después a la peña, dar una versión y según esta pierde la tarjeta de socio que vale para cazar o no", explica Antonio Melero.

Tal como ocurrió hace años con unos tipos de aves, ahora un problema de salud azota a otros seres vivos de la zona. "Los conejos se están acabando. Hay dos enfermedades de conejo. Ahora se mueren de pequeños", reconoció un cazador. Al día puede adquirir cada sujeto tres ejemplares de conejo. Las restricciones de captura suelen ser aceptadas por todos los cazadores reglados que tienen en la convivencia y en la asunción de las reglas su principal virtud. En total, Cádiz cuenta con 19.322 cazadores, que suponen casi el 11% de Andalucía. Los costes totales de la caza por persona alcanzan casi los 7.000 euros al año. La escopeta de los cazadores ronda los 1.000 euros, la compra de cartuchos, la cría y adquisición de perros, las costosas tarjetas de socio y demás hacen que esta no sea una afición demasiado barata.

También es destacable en esta historia la labor de los perros como secuaces de los cazadores para amedrentar e incluso matar a las presas. Aunque no todos valen. "Hay perros que a lo mejor lo sacas mucho pero no aprende n porque no tienen aptitudes de caza", aclaró uno de ellos. El mantenimiento de estos supone un gasto de comidas, vacunas y demás para los habituales de esta práctica.

El repudio al furtivismo y al poco respeto hacia la naturaleza es otra de las máximas comunes. "La gente no sabe que esto es cacería controlada. Si yo no estuviera controlado, yo ahora mismo voy matando a liebres y pájaros aunque no deba", dice Constantino en alusión a lo que hacen los furtivos. Este es uno de los muchos cazadores que madrugaron el pasado jueves buscando algo que colgarse al chaleco. Constantino admite que le encantaría pasar un día de cacería normal con un ecologista para que estos vieran sus comportamientos, además dio un toque de atención a este colectivo al entender que muchos son activistas cibernéticos. "Si no fuera por los ecologistas esto sería un desmadre, deberían conocer lo que hace el cazador. Algunos sólo ven lo que dice un ordenador, hay que venir aquí. Si yo fuera un furtivo, yo sé dónde puedo levantar una liebre pero ni me acerco siquiera", matizó.

Los propios cazadores además apuntaron a que los estatutos internos de los clubes de caza a los que están adscritos endurecen la legislación autonómica para hacer una conservación más eficaz del entorno. En el otro lado de la moneda, están los propietarios privados de los cotos que, entienden, tienen menos regulación de las autoridades.

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