EL SEXTANTE DEL COMANDANTE

Mediterráneo, el mar determinante

  • La hora de la diplomacia. La victoria de Syriza en Grecia y la actitud de sus líderes hacia Europa siembran dudas sobre la futura estabilidad estratégica de esta zona del Viejo Continente.

LA victoria política de Syriza en Grecia y la actitud de sus líderes respecto a sus socios europeos comprometen la estabilidad estratégica del Mediterráneo, un mar determinante y fundamental en la cultura y seguridad europeas.

No es necesario extenderse mucho en la historia para entender como el Mediterráneo ha venido actuando a lo largo del tiempo como barrera de contención o frente de comunicación, según el caso. Fue por el Mediterráneo por donde la cultura fenicia se desparramó por toda la Europa ribereña de este mar, y lo mismo podría decirse de griegos, etruscos y cartagineses. Las victorias de Roma sobre estos últimos en las guerras Púnicas permitieron al imperio extenderse por Asia menor y África, para más tarde erigirse en frontera infranqueable que impidió a los bárbaros llevar sus apetitos conquistadores a estos mismos continentes. La civilización musulmana llegó por el Mediterráneo para instalarse en España durante cerca de ocho siglos, y cuando el imperio otomano cerró la vía del oriente al comercio europeo, portugueses y españoles se vieron obligados a abrir nuevas rutas marítimas por el Atlántico, lo que condujo a Colón al descubrimiento de un nuevo mundo.

Más recientemente, desaparecida la URSS, cuando el terrorismo internacional ocupó el espacio dejado por la extinta unión de repúblicas en un mundo necesariamente bipolar, el Mediterráneo volvió a erigirse como una frontera inquietante, sobre todo a partir de que Al Qaeda encontró apoyo en los grupos salafistas asentados en Argelia dispuestos a dar el salto a Europa para difundir su mensaje de terror por los territorios del viejo continente, lo que movió a la OTAN a establecer una agrupación naval permanente en el Mediterráneo parta mantener a raya la insurgencia y las potenciales armas de destrucción masiva.

De entonces a hoy el Mediterráneo parece no haber conocido otro drama que el de la inmigración, un fenómeno que, más allá del impacto en nuestras conciencias, la OTAN sigue viendo con preocupación por una serie de razones que, combinadas, configuran un acrónimo no menos inquietante: ITORA, iniciales de un grupo de palabras que en nuestra lengua escenifican las "actividades relacionadas con organizaciones terroristas internacionales", y es que el poco o mucho dinero que pagan los desgraciados que buscan sentido en Europa a una vida que en sus países de origen no lo tiene, podría estar financiando el terrorismo que late al otro lado del mar, además de que con que sólo uno de cada mil de esos individuos que asaltan Europa por el Mediterráneo tuviera apetencias terroristas, estaríamos asistiendo a la formación de una quinta columna que a estas alturas podría haber crecido hasta límites alarmantes.

Y ahora Syriza gana las elecciones en Grecia con un programa político que podría alejarla de Europa. Cierto que una cosa son los eslóganes y otra la contumaz realidad. Europa, a través de la troika y de sus socios principales, exige a Grecia el cumplimiento de los pactos firmados por el gobierno del PASOK, que básicamente consisten en la devolución de una deuda de 250.000 millones de euros. Hasta ahora Europa parece haberse mostrado intransigente en la negociación de la deuda y es que necesita enviar un mensaje contundente no sólo a Grecia, sino a sus socios más comprometidos económicamente que esperan impacientes el resultado del pulso para calibrar sus propias posibilidades. Sin embargo, sin renunciar a la rigidez de sus argumentos y de los compromisos firmados por el gobierno griego heredados hoy por Syriza, Europa no debería acorralar a una Grecia que necesita urgente y perentoriamente una salida financiera que les permita seguir siendo un país y una cultura modernos. De apretar en exceso, y con independencia de los bloqueos que más tarde pudiera sufrir el país, Grecia podría arrojarse a los brazos de otras potencias como Rusia o China. Lo de China está por ver, pero a esta hora el gigante asiático ya ha comenzado su expansión trasnacional en África, y Grecia sería un magnífico conejillo de indias para sus experimentos en Europa. Y en cuanto a Rusia, visto el rumbo que señala la evolución política en Ucrania, sería una oportunidad impagable para los antiguos soviéticos para hacerse visibles en el Mediterráneo, donde la rivalidad larvada de griegos y turcos podría sacudirse las telarañas y crear un desequilibrio en el Mediterráneo oriental que podría evolucionar hacia escenarios ya conocidos en un turbador dejavu. Todo ello en un momento especialmente sensible en el que el Estado Islámico, que hasta la fecha se había mantenido latente en el Mediterráneo oriental, empieza a dejar ver sus colmillos en Libia, a escasas millas mediterráneas de una Grecia que a día de hoy es una incógnita, pero que podría crear un pasillo a Europa a un terrorismo insurgente que tiene a este continente entre sus objetivos declarados.

Habrá que esperar cuatro meses a ver a dónde nos lleva el viejo arte de la diplomacia, pero sabido es que agotada esta posibilidad los conflictos han derivado siempre al peor de los jinetes del apocalipsis. La situación, por otra parte, podría empeorar si el alter ego de Syriza en España ganase también las elecciones, pues entonces el Mediterráneo se vería sometido a una peligrosa tenaza política que podría hacer suyum el Mare que hasta ahora había venido siendo nostrum.

En una de sus mejores frases, Churchill dijo que la democracia es el peor de los sistemas políticos diseñados por el hombre, con excepción de todos los demás. Y es que siendo cierto que se ha demostrado que como sistema político es el que mejor rige los destinos de los pueblos modernos, de cara al exterior presenta, por su propia fisonomía, una serie de inquietantes vulnerabilidades que los enemigos de este sistema político han tratado siempre de explotar para alcanzar el centro de gravedad de nuestra civilización. Y eso sí es ciertamente preocupante.

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