El Mayor Dolor

Por fin, a los pies del dolor de María

  • La hermandad del Ecce-Homo pudo hacer estación de penitencia después de dos años sin que la lluvia diera tregua

ESTAMPA especial la que ofrecía las inmediaciones de San Dionisio alrededor de las seis y media de la tarde. Jerez tenía ganas de Semana Santa, y parecía que por fin, un día, el tiempo se iba a portar, por lo que los ciudadanos no dudaron en agolparse para ver salir la hermandad del Ecce-Homo.

Desde luego, la salida de esta cofradía siempre es muy particular debido a los naranjos situados en Doctor Revuelta y Montiel, este año, la difícil situación de los palcos hacía complicada esta vuelta hacia la plaza de La Asunción en busca de Tornería. Aunque muchos presentes se ayudaron de estas tribunas para tener una mayor visibilidad de la hermandad que cierra el Jueves Santo y se mete de lleno en la Madrugada.

La sencilla cruz de guía de caoba con ráfagas de madera ya se intuía entre los naranjos, portada por los nazarenos blanco y azules que forman el cortejo del paso de misterio. Dos plantas más arriba, la magnífica talla del Señor del Ecce-Homo mira entre los naranjos con serena pena a Jerez. A su derecha, la chulería de Pilatos desafía al pueblo preguntando si ese es el Hijo de Dios. El conjunto se completa con la figura del sayón, lanza en mano, quien presenta a Jesús a una abarrotada plaza de la Asunción.

El pequeño y singular misterio de la cofradía, de plata de ley cincelada y repujada, avanza mientras la banda de cornetas y tambores de la agrupación musical de San Juan anuncia al pueblo la llegada de uno de los símbolos por excelencia no solo del Jueves Santo, sino de la Semana mayor.

Mientras la humillación de Pilatos pone rumbo a Tornería, las inmediaciones de San Dionisio comienza a llenarse con los nazarenos negros que anuncian la llegada del pesar más grande y angustioso, el de Nuestra Señora del Mayor Dolor.

Poco se puede decir que esté a la altura de todo lo que rodea a la obra maestra de Nuestra Señora del Mayor Dolor. Su trágica expresión implorante al cielo encoge a cualquiera con el que se la encuentra, con las manos y brazos abiertos y rostro a través por la aflicción, representada por el puñal que atraviesa y rompe su pecho. Tarea difícil tenía la hermandad para que el paso de palio estuviera a la altura de la talla, por lo que eligieron el trabajo Juan Rodríguez Ojeda, siguiendo los dibujos costumbristas de José Tova Villalba. Ni las dimensiones del manto granate y oro, quizás el más largo de Jerez, consiguen distraer la atención en el paso de la dolorosa.

En el recreamiento de la pura pena de María, los sones de la banda de música de Gailin de Puerto Serrano resuenan entre la plaza de La Asunción, mientras María hace patente de su dolor al pueblo de Jerez. Y sin poder quitar la mirada de sus ojos, el paso de palio se pierde en su camino a la Tornería, encogiendo el corazón de todo con el que se encuentra.

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