La Vera Cruz

Secular exquisitez cofrade en San Juan de los Caballeros

  • La Vera Cruz volvió a las calles, tras dos años truncados, con su elegante estilo de hermandad añeja

TRAS dos semanas santas en las que esta cofradía vio truncada su estación de penitencia sin poder salir a la calle, excepto los primeros metros que recorrió el pasado año con chaparrón incluido, la hermandad de la Vera Cruz pudo ayer salir a las calles y ofrecer, como cada Jueves Santo, esa impronta característica de una hermandad con sólidas señas de identidad que en gran medida están marcadas por su historia. No en vano, es la primera cofradía creada en la ciudad para salir en Semana Santa en el siglo XVI. La hermandad que resurgió al amparo de los colegios Marianistas, ha sabido dotarse de un sello singular, exquisito y muy medido en función de ese recorrido histórico, sin dejar de lado el carácter que tiene por su renacer en un centro educativo. El templo donde reside canónicamente, la iglesia de san Juan de los Caballeros, es un legado del Jerez más añejo y uno de los templos alfonsinos de la ciudad, que es donde vive la cofradía. San Juan da carácter y es un sello de identidad.

Desde las puertas de esa iglesia inició su Jueves Santo la hermandad de la Vera Cruz con un primer cortejo severo, de túnicas de cola negra y cera verde en alto, abriéndolo su peculiar cruz de guía, portada por cuatro hermanos para dar más solemnidad al hecho de llevar una reliquia del Lignum Crucis o de la verdadera cruz de Cristo, primer titular de la corporación. Estos nazarenos que dieron escolta al paso, este año con helechos verdes formando el monte, de la conversión del Buen Ladrón con la soberbia talla, atribuida a Juan de Mesa, del Cristo de la Esperanza, cuyo caminar, largo y racheado, sólo se acompañó de los sonidos de una capilla musical (fue la primera hermandad en sacar esta modalidad a la calle), interpretando los motetes propios de la Vera Cruz.

El contrapunto lo puso el cortejo de Las Lágrimas en el que se integran los más pequeños de la cofradía, vistiendo túnica de capa verde y negra. Y cerrando, la Virgen en su paso de palio azul oscuro, de corte clásico, de cajón y de enorme elegancia. A favor de esa elegancia, este año ayudó el exquisito arreglo e innovador floral compuesto de preciosos tulipanes blancos dispuestos en piñas cónicas, por iniciativa de la camarera de la Virgen, María del Mar Pérez de Azpillaga, que mediante un floricultor holandés hizo una producción especial para este palio.

De los muchos instantes especiales de esta hermandad en la calle, la Chancillería fue muy destacado. La Reparadoras recibieron y cantaron a Las Lágrimas desde su clausura conventual. Otro factor diferencial es el musical tras el paso de palio con la Asociación Musical Astigitana, de Écija, que interpretó un repertorio muy seleccionado, como es habitual, en el que mandaron las composiciones de un corte más fúnebre y en gran medida muy rebuscadas para localizar e interpretar las composiciones más bellas creadas para la Santísima Virgen en la Semana Santa. Así fue la Vera Cruz, cofradía que volvió a señalar una forma diferente pero de gran pureza en el saber cofrade.

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