El Perdón

Cuando la historia se escribe a golpe de sinceridad

  • La hermandad creció en su cortejo en una salida donde los gestos y los signos siguen siendo un bien de los de la ermita de Guía.

Hilvanando el Domingo de Ramos alcanzamos la ermita de Guía para detenernos ante un Crucificado de hechura moderna pero rodeado del barroquismo que anhelaba la hermandad y que está marcando el estilo de la cofradía más nueva en esta jornada. La cofradía se encuentra a gusto, y mucho, en el Domingo de Ramos y eso se le nota porque sigue firme y con la determinación de exponer sus formas cofrades en su salida penitencial. Tanto es así, que su crecimiento este año ha sido considerable y explícito en un ordenado y precioso cortejo en el que no faltaron los pequeños cofraditos de monaguillos, más de medio centenar, con sus características capuchas cubriendo sus cabezas.

Encanta la hermandad y encantan sus formas, en una reinvención que podríamos concluir que casi está finalizada, combinando la esencia de la que nació en Santa Ana con la que es hoy. Con esa renacida capacidad de atracción, ha crecido muchos enteros, consiguiendo hacerse un hueco importante en la jornada inaugural de la Semana Santa, un día de consolidadas devociones y formas cofrades.

El clavel rojo se impuso una vez más sobre el monte del misterio y de preciosas rosas blancas de tono achampanado, rosas de pitiminí y fresias blancas para la Virgen del Perpetuo Socorro.

Oímos por primera vez a la banda de las Reales Cofradías Fusionadas de la ciudad de Málaga, una formación con historia y recorrido que ayer sonó muy bien tocando al Señor el ‘Réquiem por Juan Vizcaya’, un clásico en la música de Cristo del sevillano Bienvenido Puelles. También al Crucificado se le tocó una marcha, por la banda de Lebrija, mientras se alzaba la imagen tras superar la salida, una composición musical, de las rebuscadas, creada para el funeral de la Reina María II de Inglaterra. Cerrando esta cita llega el palio que mientras hacía maniobras dentro del templo, lo hizo con los aires musicales de Font con  ‘Amarguras’, en homenaje a la antigua advocación de la Dolorosa. 

Siguieron otros detalles como la marcha ‘Coronación de Espinas’, por el 400 aniversario fundacional de la penúltima cofradía de la jornada, cuando la hermandad alcanzó el Palquillo. Otro gesto de enorme sensibilidad fue habilitar una zona reservada en la salida para ancianos de un geriátrico portuense, un detalle que hace grande a la corporación. Así es el Perdón que escribe su historia a golpe de sentimientos, de buen hacer cofrade, de mimar a su gente y de cuidar al nazareno, el gran valor que debe o debería ser para cualquier hermandad.

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