La Coronación

Cuatrocientos años, pero con las ganas del primer día

  • La cofradía celebra su aniversario en el incomparable marco que ofrece el barrio de la Albarizuela.

ANDA que no ha cambiado nada eso de la espera a una cofradía. Las conversaciones entre amigos y familiares, esas puestas al día y esos cascos enganchados a una radio a pilas han sido sustituidas, casi por completo, por el todopoderoso móvil. Ahora se puede hablar con media familia al unísono al golpe de whatsapeo y la radio se escucha por internet mientras se ve pasar a las filas de nazarenos. Aunque aún queda por inventar una aplicación que alivie la calor. Si esto ha pasado en pocos años, no hace falta imaginar los cambios que ha visto la hermandad de los Desamparados en los cuatrocientos años que ayer celebró pos las calles de Jerez. Con cuatro siglos a la espalda, pero las ganas intactas, la cofradía volvió a dar al Domingo de Ramos ese sabor a Albarizuela que se gesta por el entramado de las calles de San Pedro.

Los nazarenos blanquinegros, en esa mítica revirada hacia Gaspar Fernández, miran hacia atrás intentando vislumbrar al misterio entre los naranjos de la calle Arcos. En vano. El calor no desmotiva a una multitud que desde las cinco y poco de la tarde lleva esperando ver el reencuentro entre Cristo coronado y el barrio, su barrio de la Albarizuela. Ninguno de los presentes sabe qué pasará en octubre cuando salga en celebración de su 400 aniversario, el tiempo es caprichoso e impredecible, y por eso hay que aprovechar el perfecto día de Domingo de Ramos. El público lo sabe. Los hermanos también. La banda de la Vera Cruz de los Palacios anuncia, en ese instante, una de las salidas más especiales de la Semana Mayor de Jerez. Una doble salida, primero por la puerta lateral de la capilla y segundo por ese pequeño patio de entrada al templo, es salvada por una cuadrilla de costaleros que en una chicotá ponen el misterio en la calle entre el aplauso del gentío.

En ese momento, el sol de la tarde baña la cara de Cristo dolido y con la mirada baja busca un año más el consuelo de su gente, coronado entre las humillaciones y burlas de sus semejantes. Ni el aire se atreve a interrumpir en esta fotografía, una de las estampas de la Pasión con más pellizco de la Semana Santa.

Los naranjos siguen impregnados del incienso del misterio cuando desde dentro del templo suena el llamador. María, en esa dicotomía entre la Paz y una Mayor Aflicción, sigue los pasos de su hijo. No hace falta mirar a este palio para saber que se acerca, las campanillas de los candelabros de cola traseros dotan a este monumento en movimiento de su propia sintonía. El sonido característico de sus andas se mezcla con los sones de la banda de Villalba del Alcor en el deslumbre de un palio que este año estrena unos varales recién restaurados.

La mayor aflicción de María se corona con una perfecta y vasta obra de Emilio Landa, que roza el techo de un palio donde la mirada se pierde entre los bordados y se vuelve a encontrar con las mariquillas del pecherín de la Madre de Dios. Aún le queda mucho Jerez por visitar cuando poco a poco, el mecer del unas caídas que enfilan San Pedro, donde la hermandad se pierde en ese laberinto de calles que se convierte en alfombra roja cofrade hasta la Carrera Oficial.

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