TV-Comunicación

Yo también quiero salir

  • Apenas hay espacios en la parrilla que permitan profundizar en el "lado humano" de sus invitados En el cameo hay que pagar peaje de notoriedad

Paco Umbral lo tendría de nuevo muy difícil si se levantara de su tumba y por fin pudiera hablar de su libro. Tendría oportunidad en parcelas invisbles como Pagina 2, en La 2, y Mercedes Milá no le podría dar mucho sitio en Gran Hermano salvo que quisiera ser habitante, familiar o famoso con ganas de bronca. La fama cuesta, decía la profesora Grant, y no sólo se abona a plazos de sudor, sino que ahora también al contado. Aquel que quiera salir en la tele tiene que pagar el peaje debatiendo contra periodistas con patillas, exhibiendo habilidades o, simplemente, someterse a interrogatorios peliagudos. Un anónimo puede concursar, encontrar novia en pelotas, pedir que le cambien de peinado o protagonizar la crónica de sucesos. Poco más. La charla es casi inexistente (se echa de menos a Jesús Quintero) y en una entrevista incómoda el interlocutor puede hasta levantarse, como hizo Esperanza Aguirre en Salvados, y pagar así aún más cara la invitación televisiva.

Los políticos, como les pasa a los escritores, artistas (incluso cantantes) o científicos, dejaron de ser invitados en los platós. La entrevista sin tener que mirar de reojo es imposible. Risto Mejide Ana Pastor o Jordi Évole están ahí hincando el diente. Por eso ir a El Hormiguero se ha convertido en el escaparate más lucido y feliz para salir en el plasma y que haya varios millones de espectadores al otro lado. Los asesores, siempre timoratos, habían venido perdiendo la oportunidad. Soraya Sáenz de Santamaría ha puesto por las nubes una noche con Motos, el mismo programa donde se puso de nuevo en rampa de lanzamiento alguien como Isabel Preysler.

Los contenidos del corazón priman en los magacines y sólo la actualidad justificaba una aparición. En esas arreció la crisis y con el cabreo general proliferaron los debates de índole política (cuestión de audiencia). En ese hábitat de contertulios sabihondos y polemistas profesionales hallaron hueco personajes como Pablo Iglesias, que debutó en La noria en marzo de 2011 con Jordi González. La política, que había bajado a tomarse un café en Tengo una pregunta para usted (o Pido la palabra en Canal Sur) se convirtió en mortero de peleas, de donde surgieron como estrellas de los atriles personajes como Iglesias. Algo bullía en ese caldo cuando meses antes, en 2010, se dijo que un partido liderado por Belén Esteban superaría en votos a IU: el que salía en la tele tenía el mando.

Los nuevos líderes como Pedro Sánchez y Albert Rivera exprimen sus apariciones. Para ser (político) hay que estar (en la tele). Rajoy, una vez más, delega en Soraya Sáenz de Santamaría. Zapatero lo tenía más fácil con Gabilondo, Buenafuente... Si la vicepresidenta y sus rivales quieren seguir apareciendo ante la gente al margen de los debates y los vis a vis aún les queda los niños de Menuda noche, la casa de Bertín con En la tuya o en la mía, o ser testigo de un ovni para Cuarto milenio.

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