La crítica

La alegoría sonora de Galván

  • El bailaor sevillano hace mucho tiempo que está en otro nivel. Su última propuesta 'Fla.co.men' se exhibe en Villamarta con lleno absoluto.

El universo de Israel Galván no parece tener fronteras. Deambula por su galaxia sin ningún corsé, sin ataduras que le impidan hacer lo que le apetece. Tal es el grado de libertad que se permite lujos que otros, por mucho que se empeñen, jamás podrán permitirse. Su lenguaje encierra ironías, sátiras y autoburlas sin importarle lo más mínimo el qué dirán, porque el sevillano hace mucho tiempo que está en otro nivel. 

Su última propuesta ‘Fla.co.men’ se exhibió ayer en Villamarta con lleno absoluto. Entre el público, una legión de seguidores enamorados de sus líneas geométricas, de su continuo movimiento y de esa naturaleza dancística que posee; pero también otros que ayer mismo comprendieron o quedaron entusiasmados con su grandeza o los que no entendieron nada, que también los hubo.

 

Esta vez, como recoge bien la sinopsis del espectáculo, la música es el argumento, el principal argumento de un espectáculo, que se prolonga durante algo más de hora y media, y donde Galván consigue algo complicadísimo, mantener la atención del público en todo momento. Bien es verdad que el proceso creativo que propone va de menos a más, y tras un inicio fulgurante se atasca en algunos instantes. Sólo eso, porque a partir de ahí, todo es suspense. En cualquier momento algo va a ocurrir y esa sensación consigue involucrar al propio público.

 

Israel hace tiempo que superó la barrera del flamenco más heterodoxo, pero no olvida de donde viene y le gusta apoyarse en él. Lo hace con dos voces, una más leal y tangible, la de David Lagos, que a lo largo del montaje se deja caer por tonás, alegrías, seguiriyas, cantes de trilla y soleá (precioso cuando recuerda a La Serneta); y otra completamente surrealista, la que aporta Tomás de Perrate. El cantaor utrerano, excéntrico a más no poder, es el personaje idóneo para transmitir las emociones y sensaciones de Galván, ora tirando del cante visceral de su propia casta ora asumiendo un rol cómico que ejerce con respeto y naturalidad. Su voz le permite amoldarse a cualquier registro y eso le vale para convertirse en un nexo de unión entre escenas.   

 

Dentro de ese universo, el bailaor recorre toda su carrera artística, en muchos momentos tirando de un sentido del humor que cala entre el público y que dota al espectáculo de un talante distinto. Nada ocurre por casualidad, todo tiene un sentido, desde los movimientos coreográficos del artista hasta los músicos elegidos, por cierto, de extrema categoría (desde Eloísa Cantón pasando por Caracafé, al que exprime sobre el escenario sacándole lo mejor, y los componentes del Proyecto Lorca, Juan Jiménez Alba y Antonio Moreno). 

Galván hace un guiño a Mario Maya, se acerca al mundo del toro, reflexiona, se para, crea, se acuerda de Morente, se mofa de su hermana Pastora, lucha, se supera....Es un acercamiento completo a su persona, pero siempre desde un punto de vista musical que conjuga coordinación, técnica y sobre todo genialidad y virtuosismo, porque sus acometidas dancísticas no están al alcance de cualquiera. Simplemente rompe moldes, acaba con lo escrito en la partitura hasta el punto de pasar de unas alegrías a la música contemporánea sin restarle precisión. 

Para bien o para mal es Israel Galván, un ser en continuo proceso biológico de transformación y capaz de generar la histeria colectiva allá por donde va.

Baile

Fla.co.men

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