La crítica · 'Fuego'

Vuelta a los orígenes

  • El clasicismo vuelve con la compañía de Antonio Gades.

El sonido de la partitura de El Amor Brujo de Falla mientras el foco iluminaba el telón de Villamarta antes de abrirse nos retrotrajo a una época pasada. Una época de clasicismo, de temática simple y tradicional y con final feliz. Sí, porque lo que ayer vimos en Villamarta fue una vuelta al origen. Como si de una máquina del tiempo se tratase, la Compañía de Antonio Gades nos acercó a otro periodo, ese periodo en el que todo tenía su razón de ser, y nos demostró que a veces no se necesita rebuscar tanto para poner en escena un espectáculo convincente y genial. Eso de búsquedas interiores y demás excusas tan de moda hoy día aquí pasan a un segundo plano, como debe ser.

Aquella maravilla creada en 1989 por Antonio Gades y Carlos Saura, la última de las tres que efectuaron, no ha perdido frescura y eso que han pasado 26 años. Es como uno de esos largometrajes de cierta edad que permanecen impertérritos y que ya los hayas visto más de cien veces conservan la esencia con la que nacieron. Así es 'Fuego', un espectáculo forjado desde el talento de principio a fin y que, sean cuales sean sus actores (en este caso bailaores/as y cantaores) no ha perdido ni un ápice de majestuosidad.

Es el teatro llevado al flamenco, es el flamenco llevado al teatro, pero un teatro con buen gusto y en el que los protagonistas, independientemente de su papel y rango en la escena, interactuan con una fluidez y una naturalidad excepcional. Simplemente por eso hay que felicitar a la Fundación Antonio Gades, que ha puesto en valor esta verdadera obra de arte, y sobre todo al Festival de Jerez por recuperar a la Compañía para la programación.

La historia de amor que protagonizan Candela y Carmelo, ahora Esmeralda Manzanas y Jacob Guerrero, sitúa al espectador en un mundo paralelo en el que hasta la música, tanto la de Falla (en especial cuando suena la imperiosa voz de Rocío Jurado) como la que se hace en directo, tiene solera. Se agradece escuchar composiciones tan grandiosas como el Fuego fatuo, El amor brujo, o villancicos como La vigen va caminando o El Curita, y se agradece también ver disfrutar sobre la escena a cantaores como Juañares (perfecto cantando las letras de soleá y Los campanilleros), La Bronce, una verdadera reliquia viviente del cante y el baile (sus movimiento de muñecas simplemente hipnotizan) o ver a ese Enrique Pantoja dándose una pataíta o bailando por sevillanas con una gracia desbordante.

Así es 'Fuego', un montaje en el que la narrativa teatral funciona sin recurrir a grandes sofisticaciones y donde la iluminación y el trabajo en la escena está cuidado y trabajado al milímetro, el mejor ejemplo, las transiciones, sencillamente perfectas. Todo está engarzado sin que se pierda detalle de lo que está ocurriendo en el escenario y con una elegancia suprema.

Pero en 'Fuego', como en otras tantas creaciones del maestro alicantino, sobresalen las coreografías corales. Todos hacen plástica, que diría el Gómez de Jerez, de ahí que por momentos el escenario se llene de vida, de colorido, de magia, de luz, de baile, con hasta veinticuatro personas o más encima de las tablas, todas moviéndose con sutileza y precisión.

La aportación de Jacob Guerrero, Esmeralda Manzanas y Miguel Ángel Rojas, que interpreta el papel de Espectro, anuncian un cambio generacional del que seguro que Gades estaría orgulloso. Es una concepción que nunca debería perderse pues está impregnada de un aroma único que lo hace distinto. Por todo ello, gloria al maestro Antonio Gades.

Baile

Fuego

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