La crítica

Tres es igual a infinito

  • 'Tres', lo nuevo de Belén Maya, es pequeño en lo formal pero enorme en su contenido

El eco paquero de un soberbio Jesús Méndez en la zambra La luz de tus ojos grises abre el fuego de una juerga de arte. Las pulsaciones de Rafael Rodríguez, colosal en todo lo que tocó, recuerdan a las falsetas arabescas de Diego del Gastor, aunque luego parece enfilar el fandango que acaba en un apunte de La zarzamora. Un mantón verde queda suspendido de unos hilos, mientras Belén Maya juega con una bata de cola blanca. El mantón y la bata, dos líneas de fuerza que cobran todo su sentido al final de Tres, el sugerente nuevo espectáculo de la siempre estimulante Belén Maya cuyo estreno en España tuvo lugar anoche en la recoleta Sala Compañía. Se llama Tres pero bien podría llamarse Cuatro —el palmero Felipe Mato es mucho más que un palmero; es el cuarto hombre de los Tres—. El montaje parte de un concepto minimalista pero en el fondo tiene alma barroca. Habla de una gran fiesta flamenca, a la manera machadiana de cante, toque y baile, aunque las bulerías las canta a palo seco la garganta ancha y enorme de Méndez, con Maya fuera de campo. El aroma tabanquero con bombilla de luz débil colgando no tiene nada que ver con la atmósfera contemporánea, de un verdor penetrante, en la que se mueve la bailaora, casi siempre recogida y reflexiva. En definitiva, el espectáculo está en su conjunto lleno de atractivos contrastes, contradicciones si se quiere, en los que se nota y se siente, como siempre para bien, la mano de David Montero.

Concebido en su espíritu como un sobrio recital de excelente baile, cante y toque, lo nuevo de Belén Maya es pequeño en lo formal pero enorme en su contenido. En su regreso al clasicismo tras la excepcional Bailes alegres para personas tristes, lo nuevo de la cordobesa es mucho más moderno que cualquiera de las producciones pretenciosas que pululan hoy en día por muchos escenarios. La tríada básica flamenca le sirve a esta artista de traca para reflexionar y relativizar sobre el poder de lo dionisíaco, sobre la importancia de las presencias y ausencias. O ni siquiera para eso. Le sirve, sin más, para darse un festín sin buscar excusas ni pretextos, para mostrar lo clásico refrescado, sin alcanfor, con la vigencia intacta.

La danza renovadora y estilizada de Maya se funde con un concepto flamenco contemporáneo y añejo a la vez que se ve atravesado por múltiples lenguajes que no desvirtúan sino que engrandecen las poses y mudanzas de una Belén que sabe aprovechar el último reducto de su cuerpo para hacerlo hablar a compás. Sus muñecas son plumas que escriben sonetos en el aire y su expresión facial es ora severa, ora socarrona. Puro deleite. Cuando surge la chispa, la fiesta tabanquera y festiva entre bailaora, guitarra, cantaor y palmas es un placer en su sobriedad, en la viejísima estampa de ese halo de luz parpadeante  mientras Méndez mueve el aire con las alegrías del Chato. Silencio. Entra de nuevo Belén para las bulerías de Cai, mecida por los trémolos previos de un inconmensurable Rafael Rodríguez, y por el eco plazuelero y gitanísimo ulterior de Méndez. Música del cuerpo, arte por los cuatro costados, plasticidad incontable en cada archipensado movimiento.

El joven cantaor jerezano punza por soleá. El trío se vuelve infinito por separado, en pareja, o en conjunto. Belén Maya se estremece rítmica por tangos y tientos de Frijones, alternando zapateados con serena superioridad con la sutileza de sus manos y brazos. El quejío de Méndez se va a Levante. Taranto y cartagenera clásica que suenan contundentes. La bulería de San Miguel se queda sin nadie que le baile. Hay que imaginar más.

Atractiva, seductora, en su danza sobria y despojada del artificio sin alma, Maya regresa para la seguiriya. Méndez desgarra especialmente en el romance de Bernardo el Carpio y en los tercios seguiriyeros de Manuel Torre. Ambos cantes son dos puñales bien afilados. Con autoridad, con hondura, ensanchando sus pulmones, como la gloriosa falseta introductoria que regala Rodríguez. En su aparente sencillez, la danza de Belén Maya se hace alada e infinita para concluir con el mejor aroma soleaero tras el remate interruptus del número anterior. Escorzos monumentales, braceos imposibles, caderas prodigiosas y manos y muñecas que hipnotizan. Las armas de composición masiva de una Belén madura y plena en su concepción artística. Ahora sí, con bata de cola blanca y mantón verde. Tan clásica, tan moderna. Tan grande. Un ejercicio simple y complejo, montar una fiesta, que Maya transforma en épica y estética, en un fluir comunicativo que llena de arte de verdad.

Baile ‘tres’           

Dirección artística y coreografía: Belén Maya. Puesta en escena: David Montero. Baile: Belén Maya. Cante: Jesús Méndez. Guitarra: Rafael Rodríguez. Palmas: Felipe Mato. Iluminación: Ana Yacobi. Sonido: Ángel Olalla. Producción: Arte y Movimiento Producciones, Compañía de Belén Maya. Lugar: Sala La Compañía. Día: 9 de marzo. Hora: 21,00 horas. Aforo: Lleno con las entradas agotadas.           

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