Crítica de Cine cine

Vidas robadas, identidades complejas

Naomi Nero en un fotograma de esta película brasileña.

Naomi Nero en un fotograma de esta película brasileña. / d.s.

 El tercer largo de la brasileña Anna Muylaert sigue ahondando en los mismos asuntos de aquella prometedora Una segunda madre (2015), ahora en un formato menos rígido, para proponer un interesante y original viraje sobre la crónica social y convertir una historia que sería presa fácil del sensacionalismo dramático en un complejo relato sobre la identidad y los vínculos afectivos.

Pierre es un adolescente que descubre que tanto él como su hermana pequeña fueron robados y criados por la que hasta entonces creían su madre natural en un entorno humilde. Justo durante el proceso de esta revelación, mientras la madre es encarcelada y el joven conoce a sus padres y su hermano biológicos, estos ya de clase acomodada, nuestro protagonista (Naomi Nero) descubre igualmente su propia ambigüedad sexual entre juegos y flirteos indistintos con chicos y chicas y en el gusto por travestirse o usar secretamente ropa de mujer.

Madre sólo hay unase adentra entonces en el inestable y atractivo territorio de lo insólito y lo incierto sin perder nunca el tono observacional ni buscar demasiada psicología en los comportamientos, más pendiente de un cierto desarrollo natural de los acontecimientos y de sus personajes que de una fácil retórica del drama familiar o la confrontación con el entorno.

Se trata, a la postre, de reivindicar la identidad y la libertad en toda su complejidad y de los vínculos afectivos como los únicos posibles para el funcionamiento de las relaciones de parentesco sinceras. La imagen de los dos nuevos hermanos cabeza con hombro que cierra la película no puede ser más reveladora al respecto.

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