Crítica de cine (SEFF 2017)

El mismo aire frío en las mejillas

La popular tradición de lo nórdico festivalero suele ganar su prestigio con películas como ésta, muy diseñadas (un poco como muebles), geométricas y, casi siempre, reveladoras de paisajes distópicos, propios de un principio o final de mundo. Si a esto añadimos, ya en el plano argumental, la dinámica del fatalismo fabril o minero, no había demasiado bueno que presagiar en Winterbrothers, multipremiada en el Festival de Locarno como coda a la moda islandesa que recorre Europa.

En esta historia de dos hermanos distintos trabajando en una zona aislada y de tal escasez de virtualidad vital que empuja al conflicto constante (también y sobre todo en lo sentimental), Pálmason esconde sus cartas con elegancia, y saca el joker cuando todo se presagiaba encaminado a la tragicomedia de lo blanco salpicado de sangre. Es en esa sobrevenida distensión surrealizante, en el engañoso oasis gélido que tiene lugar tras los repuntes dramáticos, donde el espectador encuentra un mundo parcialmente otro, así como los destellos de una mirada sobre él que parece surgir de un mismo asombro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios