Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

C ON tanto viento huracanado y tanta polémica absurda, la asombrosa iniciativa liderada por los Ayuntamientos de Cádiz y Puerto Real ha pasado desapercibida pese a su hondo calado. Conste que los alcaldes José María González y Antonio Romero lo dieron todo porque se trata -ni más ni menos- que de una guía para la inclusión de cláusulas sociales para contratar suministros de bienes y servicios de ambos Ayuntamientos. Si es usted un osado, se preguntará que para qué sirve esto. Pero como la mayoría ya intuye, el noble objetivo no es otro que propiciar al fin el deseado acceso al empleo de los más desfavorecidos. Su plan no pilla a nadie por sorpresa porque ambos no pierden ocasión para dejar claro que se desviven por ellos desde cualquier ámbito. Y no está mal, por más que siempre existieron incentivos a las empresas que contratan a los jóvenes, a los parados, a los mayores de 45 años y a cualquiera que presente una minusvalía.

Lo que ocurre es que la afición esperaba más. Podemos, de hecho, no ha inventado nada. Ni son los primeros ni serán los últimos. En este país tan sensible con las minorías, el único colectivo que no ha sido mimado por el momento es aquel que aglutina a esa mayoría de ciudadanos que dobla la espalda y cotiza durante tres o cuatro décadas pagando impuestos y hasta la última multa de tráfico, para al final encontrarse con una pensión del todo insuficiente. Va de suyo proteger a los vulnerables hasta con más puntos para matricular a sus hijos en el centro deseado si es preciso. Pero sería estupendo tener un detalle también para con aquellas personas que tras toda una vida laboral sin una mácula no encuentran el más mínimo reconocimiento.

Si los podemitas quieren ser revolucionarios al cien por cien, lo mejor que pueden hacer es olvidarse de la propaganda y trabajar en la fórmula para atraer tantas inversiones y generar tanto empleo que en Cádiz no haga falta incentivar la contratación de tantísimas personas como las que se han quedado en la cuneta durante la crisis. La deuda municipal no puede ser una excusa permanente para justificar la falta de imaginación y de acciones que dinamicen la economía.

Aunque parezca inofensiva y callada, la inquietud de la gran mayoría es muy grande y la lista de problemas sin resolver -a la espera de que los políticos apelen a la cordura y a los debates de calidad- es cada vez más preocupante. La memoria histórica es necesaria, pero los jóvenes merecen un horizonte en el que creer que huya de iniciativas superficiales e inútiles. Han escuchado tantas promesas vacías que son incapaces de obtener de todo ello una idea que merezca consideración. La crisis ha hecho saltar las costuras de este país por tantos costados, que quienes se proclamaron los dueños de las nuevas ideas no pueden dedicarse a tirar del populismo y las recetas de siempre. Hoy aún son muchos los que se preguntan cómo es posible que unos activistas radicales hayan alcanzado el poder en ciudades como Cádiz. Y desde luego no ha sido por su experiencia, ni por sus fórmulas contra la crisis, ni por su pujanza. Podemos ni de lejos soñaba con el poder, y menos en su origen ataviado con sus pañuelos al cuello y sus camisetas y sus vaqueros gastados y su tabaco de liar. Nació como un grito de rabia y hoy debe su fuerza, más que a sus méritos, al empeño socialista en asomarse al abismo y a los casos de corrupción del PP. Pero si abusa de la propaganda y la palabrería sin atender los frentes y a todas las sensibilidades, la indignación y el desánimo se volverán en su contra.

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