Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

La inapelable revancha que se cobró la militancia socialista en sus primarias debería invitar a la reflexión a las elites que manejan los partidos. Los militantes de a pie castigaron al aparato y señalaron a Susana Díaz como responsable de haber defenestrado al candidato elegido por la mayoría. A Pedro Sánchez le bastó un relato victimista para barrer y a la vez demostrar que los partidos han perdido el control para manejar la participación y la representación política. Poco antes que Sánchez, Macron alcanzó la presidencia francesa desde la nada, y a Donald Trump incluso le ayudó que la prensa y los republicanos le dieran la espalda para que los americanos lo auparan al poder. Los mismos ciudadanos que en su día delegaron en las formaciones políticas para que intercedieran ante las instituciones y gestionaran sus recursos, hoy están hartos de unas organizaciones jerarquizadas que han perdido el brillo por culpa de la crisis y de la corrupción y por su incapacidad para gestionar. Los servicios públicos han sufrido la recesión en sus entrañas. Y la Administración está tan paralizada que se ve antes como un obstáculo que como la solución al problema de los contribuyentes. Cualquier empresario que llegue a la Bahía, a modo de ejemplo, primero ha de negociar con la Junta para adquirir el suelo, luego ha de pelearse con el Ayuntamiento de turno para que le dé la licencia, y si además quiere un incentivo tendrá que llamar a la puerta de la Zona Franca. De locos.

Los ciudadanos, gracias al poder de las redes sociales, han decidido pasar a la acción porque ya no se fían de nadie, y menos de unas organizaciones que hacen y deshacen a su antojo a riesgo de dejar la democracia representativa en manos del populismo. El impacto de internet ha sido tan brutal, ha acelerado de tal forma el desapego de los ciudadanos con la clase dirigente, que a los partidos no les ha dado tiempo aún a olfatear el ambiente para adaptarse a los cambios. No se puede gobernar de espaldas a la ciudadanía. Y mucho tendrá que cambiar la relación de las formaciones políticas respecto de sus afiliados para enderezar el rumbo. El futuro de los partidos va a depender de su capacidad para regenerarse y sacrificarse. Y el cambio tiene que empezar por sanear su organización interna si quieren mantener su liderazgo para generar consensos sociales y encauzar la participación y la contestación social, como subraya Ramón Vargas-Machuca en El saber del ciudadano. Las formaciones políticas no pueden aspirar a gobernar a través de redes clientelares que no vacilan a la hora de desviar los recursos públicos para comprar voluntades. Se suponía que los nuevos partidos iban a aportar savia nueva, pero lo primero que han aprendido es a copiar los vicios de las formaciones más clásicas. En su afán por ganar votos, todos renuncian a su ideología para abusar de la propaganda y convertirse en organizaciones líquidas que lo mismo te dicen una cosa que te dicen la otra. Olvidan que el militante sí se mantiene fiel a unos principios. Y siguen sin enterarse de que tienen que cambiar sus estructuras para dar el salto al siglo XXI. Los partidos han de avanzar, y si el PSOE lo hubiese entendido antes, los barones y la propia Susana Díaz se habrían ahorrado el severo castigo.

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