Cultura

Amor junto al Vesubio

  • 'Palabrotalogía'. Virgilio Ortega. Crítica. Barcelona, 2015. 17,90 euros. 320 páginas.

He aquí un libro modesto, divertido y excelente. Uno recuerda los paseos por Roma de Stendhal y sabe que la civilización está a salvo. Uno enumera las mentiras de Winckelmann y sabe que su Grecia, la Grecia de Pericles, es un fantasma que vertebra a Europa. Uno convoca a Plinio, al gigantesco Plinio de la Historia Natural, y a la cabeza nos vienen dos toponímicos y un desastre: Pompeya y Herculano, junto a la erupción del Vesubio del año 79. Allí murió Plinio y allí nació uno de los mitos más perdurables de la modernidad. Gracias a las tareas arqueológicas de Carlos III e Isabel de Farnesio, Pompeya se convirtió en el epítome de una Antigüedad viva y umbrosa. El propio Freud, dos siglos más tarde, sucumbiría a su magnetismo cuando teoriza sobre La Gradiva de Jensen. Este libro de Virgilio Ortega, no obstante, ambiciona una ejemplaridad más baja. Dicha ejemplaridad es la del sexo en el mundo antiguo. Y más correctamente, el legado que une la sexualidad actual con el acento y la fiebre de la vieja Roma.

En las paredes de Pompeya están escritos, como si fuera hoy, las procacidades y los gustos de hace dos milenios. También figuran allí los hermosos desnudos que la manera clásica ofreció a una cultura que basó su triunfo en una idea -en el prejuicio- antropomorfo. La labor de Ortega es, pues, la de magnetizar al lector con una herencia inesperada. Todo cuanto hemos deseado, y el modo mismo en que lo hemos deseado, debe su nombre y su linaje a la Antigüedad pagana. Que Ortega, además, haya acertado a plantear esta relación como un hecho arqueológico, no hace sino revelar una discreta y feliz inteligencia. Palabrotalogía es, en consecuencia, un libro erudito, humorístico y desvergonzado. Su desvergüenza, aun así, es una desvergüenza filológica que a nadie ofende. Nadie se escandalizará, a estas alturas, de escuchar la palabra bacanal. Puede sorprender, no obstante, su origen remoto, turbulento y sagrado. El hallazgo de Palabrotalogía, si se me permite decirlo, es el de ponernos junto a la tradición, junto su origen mismo, en su aspecto más frívolo, más profundo y festivo. Nada hay más relevante que el amor. A nada, excepto a la muerte, el hombre ha dedicado tanto tiempo, tanto sudor, tantas lágrimas.

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