De libros

Llega un fantasma a caballo

  • Fran Benavente publica en el sello Athenaica 'El héroe trágico en el western', un libro lúcido para quienes entiendan que en el cine del Oeste caben el eco de Shakespeare o la filosofía.

Digámoslo pronto y claro: estamos ante el mejor libro sobre el western que pueda leerse hoy por hoy en castellano, y tal vez en cualquier otro idioma al que se traduzca. Su origen es una tesis doctoral con algunos años de antigüedad y no había visto aún la luz, pecado editorial que ahora solventa Athenaica, por el riguroso celo e injustificado pudor de su autor, Fran Benavente, profesor de Comunicación Audiovisual de la Pompeu Fabra y una de esas firmas siempre garantía de excelencia que se venden demasiado caras más allá del ámbito académico para desgracia de los pocos lectores que aún le quedan a la buena literatura teórica cinematográfica.

Sigamos hablando claro: hay tesis y tesis, y la de Benavente se distancia y eleva de esa triste media de autoconsumo (y olvido) que circula hoy por la universidad española. La suya es, por contra, una investigación humanística a la antigua, transversal, culta, sólida, honda, rigurosa y al mismo tiempo reveladora, lúcida, lírica, primorosamente escrita, accesible para todo aquel que entienda que en el cine, en el cine del Oeste, pueden caber y resonar la tragedia shakesperiana, la Filosofía, la Antropología de la Imagen, la Historia del Arte o el minucioso análisis textual (ahí están las numerosas capturas de imágenes para dar más cuerpo aún al ensayo), más allá de la suma de autores, periodos y títulos o del recuento de los relatos fundacionales de una nación, de los cowboys heroicos o crepusculares y los duelos en la calle principal del poblado.

Una tesis, un libro hermoso ya, que es mucho más que una genealogía o una historia del género norteamericano por excelencia, en su recorrido preciso y bien delimitado (y el límite y la frontera son aquí claves conceptuales de referencia, de Lanceros a Trías) por esa figura central del héroe trágico que emerge en un determinado momento del desarrollo del western, a partir de dos títulos fundamentales como Pasión de los fuertes (1946, John Ford) o Raíces profundas (1953, George Stevens), para citarse con el destino, la muerte y su propia figura espectral, la del revenant que retorna ya desde el otro lado, en sucesivas etapas, calas y modulaciones formales (Peckinpah, Hellman, Leone, Eastwood, hasta llegar a Jarmush, Tarantino o la serie de televisión de la HBO Deadwood) y que lo configuran como cuerpo (fantasmal) y síntoma de la propia deriva regeneradora y autoconsciente del género, relegado hoy a los márgenes casi anecdóticos de la nostalgia o el pastiche posmoderno.

Un héroe trágico que emerge en esa frontera (moral) del siglo XX que es la Segunda Guerra Mundial para desembarazarse de la épica y el optimismo, de su papel como protagonista del mito americano del progreso de una primera etapa fundacional y clásica (Hart, Mix, DeMille), para ir asumiendo paulatinamente (Ford, Wellman, Lang, Mann) la inseguridad, la duda, la soledad, la conciencia del tiempo, la exclusión, el pesimismo y el "devenir mortuorio" que lo convierten en una "figura limítrofe en busca de la configuración de sentido de sus actos", atravesada por la historia, el mito, la búsqueda de una filiación, ya sea a través del "régimen explosivo" (Peckinpah), la hiperinflación formal (Leone), el ascetismo, la depuración y la disolución (Boetticher, Hellman) o un último intento de resurrección del sentido (Eastwood).

Benavente opera en una suerte de flash-back para encontrar el centro y el pliegue de su relato en esas dos películas de posguerra antes citadas en las que cristaliza la herida abierta, el desgarro, el "ingreso de Shakesperare en Tombstone" de la mano de un nuevo régimen nocturno, sombrío, sacrificial y mortuorio. Que su ensayo se cierre precisamente con esa figura espectral, existencial y mística del William Blake que encarna Johnny Depp en Dead Man no puede ser más revelador de las intenciones y el destino de este viaje por el western y sus límites que sólo puede entenderse ya desde el presente.

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