Cultura

Ocio y negocio en la España del Siglo de Oro

  • Carmen Sanz Ayán ha brillado siempre por su talento para hacer sencillo lo complejo. Repasamos aquí algunas de sus principales aportaciones para celebrar su reciente Premio Nacional de Historia.

Conocimos la concesión del Premio Nacional de Historia de 2014 mientras releíamos un artículo de Carmen Sanz Ayán que nos iluminó mucho en nuestras primeras investigaciones: El teatro como negocio aparecido en la revista Torre de los Lujanes hace ahora exactamente 20 años. En aquel texto la entonces joven investigadora, hoy miembro de la Real Academia de Historia, llamaba la atención sobre la dimensión económica de la actividad teatral en el Madrid del Siglo de Oro que permitió derivar parte de los beneficios obtenidos de la representación de las comedias a satisfacer las crecientes demandas de asistencia social de la villa por medio del canon de arrendamiento que las cofradías cobraban a las compañías teatrales por el uso de los corrales. A este novedoso artículo habían precedido algunos trabajos dedicados a los hombres del teatro y al oficio de representar en el seno de dichas compañías que fueron, a la vez, escuela de actores y de autores (escritores-empresarios teatrales) en el momento de eclosión de la comedia barroca. Y seguirían otros que se ocuparon de examinar el papel que desempeñaron las mujeres, asimismo como autoras y empresarias de la farándula.

En el reciente volumen Hacer escena. Capítulos de historia de la empresa teatral en el Siglo de Oro (RAH, 2013), Carmen Sanz regresa precisamente a las biografías de algunas de estas actrices y empresarias que tuvieron que abrirse camino en una etapa especialmente dura por la crisis económica que padecía España en tiempos de Calderón. Una época que la autora conoce a la perfección desde que en su libro Los banqueros de Carlos II (Universidad de Valladolid, 1989) se adentrase en los complejos engranajes de las altas finanzas del Estado. A esta primera indagación seguirían sus trabajos dedicados al comercio de Indias, el abastecimiento de los ejércitos, las reformas hacendísticas de Oropesa o los procedimientos financieros que desplegó la Corona por medio de sus agentes para renegociar la deuda pública. Y así hasta el esperado Los banqueros y la crisis de la Monarquía Hispánica de 1640 (Marcial Pons, 2013) que ha sido merecedor del galardón que concede el Ministerio de Cultura.

El mundo del negocio y el de la escena se han cruzado, por tanto, de manera fecunda en la obra historiográfica de Sanz Ayán, configurando una de las trayectorias más sólidas y originales de la generación de historiadores que hoy rondan los 50 años y han podido beneficiarse, por tanto, de las corrientes de la nueva historia social y cultural, recibidas en su caso del magisterio de José Alcalá Zamora, Luis Ribot o del desaparecido Gonzalo Anes, con quien Sanz colaboró en la coordinación del Diccionario Biográfico Español. El discurso de su ingreso en la Real Academia de la Historia, Pedagogía de Reyes: el teatro palaciego en el reinado de Carlos II, es el mejor exponente de esta manera de hacer historia transversal, que comunica campos aparentemente distantes, como la economía, la política y el teatro, superando el encorsetamiento de las doctrinas y las escuelas.

Pero vayamos a la obra premiada, que liga un tema clásico, la crisis de la Monarquía española en la década más acuciante, la de 1640, con un enfoque novedoso, el estudio de los hombres que manejaron las finanzas del Estado. Los banqueros habían sido estudiados como grupo, identificados con la nación que disfrutó en cada reinado de los Austrias del monopolio del crédito público por medio de asientos (contratos) suscritos con la Corona de acuerdo a los cuales la firma financiera anticipaba una suma importante de capital que se reembolsaría con elevados intereses por medio de consignaciones, garantías de pago sobre rentas y otros rendimientos del Estado. La obra seminal de Ramón Carande, Carlos V y sus banqueros, inició este modelo, abordando el papel que desempeñaron los banqueros alemanes. Trabajos posteriores subrayaron el protagonismo de la nación genovesa durante los reinados de Felipe II y Felipe III. Más tarde, bajo el cuarto de los Felipes, sería el momento de los asentistas portugueses, en su mayoría de origen converso, que analizaron Felipe Ruiz Martín y Antonio Domínguez Ortiz. La novedad del ensayo de Carmen Sanz consiste en romper la rigidez relativa de este método de estudio para analizar las individualidades, más que las nacionalidades, y poder comprender así los sutiles cambios sobrevenidos durante la década de 1640, cuando estaba en juego la conservación del Imperio y su reputación en Europa.

Algunas enseñanzas importantes resultan del estudio. En primer lugar, la necesidad de revisar el volumen de crédito negociado por la Monarquía en un sentido amplio, considerando no sólo las provisiones en plata, sino también las de vellón. Estimando la actuación de los grandes banqueros no únicamente como prestamistas, sino también como redistribuidores de la deuda pública de la Corona, circunstancia por la cual adquirían influencia en las decisiones políticas. En segundo lugar, la valoración de forma discriminada de la capacidad de respuesta que tuvieron personajes como Jorge de Paz, Diego de Silveira o Francisco María y Andrea Piquinoti para adaptarse a la crisis y sobrevivir en los años siguientes formando parte del grupo de factores de la Corona, superando los altísimos riesgos derivados de las tensiones internacionales. Y en relación con este último escenario, la necesidad de incorporar variables como el peso del contrabando de plata, las tensiones internas en la república de Génova o las oportunidades de las redes del negocio atlántico para explicar comportamientos que se resistían a una lógica exclusivamente estatalista y adquieren significado en el marco de la primera globalización.

Las fidelidades político-ideológicas ceden paso, en el ensayo de Sanz Ayán, a las solidaridades mercantiles a la hora de explicar episodios como la caída del crédito de 1643 o la suspensión de pagos de 1647. Mientras que la negociación individual y el papel mediador que desempeñaron los jueces conservadores y otros altos funcionarios como José González de Uzqueta, eminencia gris del Consejo de Hacienda, para mejorar el rendimiento de antiguos arbitrios, consiguen explicar el desapalancamiento de la deuda y la adaptación del sistema crediticio, después de 1648, a un escenario más doméstico. En suma, un libro con los agentes fiscales de la Monarquía como protagonistas, que abre caminos y relanza el tema de la crisis del Barroco desde un ángulo novedoso. Demostrando, además, una de las cualidades que ha distinguido siempre a su autora: su capacidad de hacer sencillo lo que es muy complejo, de un modo ameno pero riguroso.

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