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Lo indecible y su sombra

Se recogen aquí los últimos relatos seleccionados por Nathaniel Hawthorne, cuyo prefacio viene firmado en noviembre de 1851, y en consecuencia, más de una década antes de su muerte. Es fama, por otra parte, que Hawthorne fue uno de los primeros escritores genuinamente americanos que absorben y metabolizan la herencia europea, pero en cuya obra aflora o se recoge una realidad nueva. En su caso, más aún que en el de Poe, cabría hablar de una singular pericia para abordar la inquietud y dirigir al lector hacia el absurdo. También para acercarse, con candor infrecuente, a lo maravilloso. No obstante, en Hawthorne nos encontramos ya con un escritor de ciudad, cuyo ámbito literario es ése. O para ser más exactos, cuyo ámbito es el recelo, el asombro, una idealizada lejanía respecto de la Naturaleza.

En ese sentido, cabe decir que Hawthorne es mucho más moderno que Thoreau o Whitman. A pesar de lo cual, son sus grandes solitarios, los personajes inescrutables, acaso diabólicos, de Nathaniel Hawthorne, aquello que quizá sorprenda en mayor modo al lector moderno. En la literatura fantástica uno acoge con naturalidad el misterio porque sabe que al misterio le sigue, necesariamente, una explicación. Esta explicación puede ser científica, como en Allan Poe, o puede tener un vuelo ultramundano, como en Le Fanu. En Hawthorne, sin embargo, dicha explicación no llega nunca, y es esa inesperada opacidad (o el carácter onírico que, súbitamente, adquiere el relato), aquello que convierte a Hawthorne en algo así como un bromista de lo metafísico. Esta angustiosa incertidumbre es la que hallaremos, por ejemplo, en el último relato del presente volumen, Mi pariente, el mayor Molineux. Un relato que preludia las visiones nocturnas del Gaspard de la nuit de Bertrand, y en el que lo grotesco va al servicio de un nuevo desamparo.

En Hawthorne, la soledad se extiende y profundiza como el sonido de una campana en el crepúsculo.

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