Cultura

El país de la nieve

  • 'Una pasión parecida al miedo'. Mary Ann Clark Bremer. Trad. Hugo Bachelli. Periférica. Cáceres, 2014. 64 páginas. 12 euros.

Esta una hermosa historia de desdicha. Sus personajes, que se han conocido en un hotel de Berna, nunca volverán a verse tras ese breve encuentro. De él sabemos que es un caballero vacilante, distinguido y grato; de ella apenas conocemos el nombre de su marido muerto, Saúl. Sin embargo, en la semana que permanecen junto a la nieve alpina, se establecerá entre ellos una relación -llamémosle amor- que es al tiempo muy nueva y muy antigua. Muy nueva, porque el amor ocurre siempre por primera vez. Muy antigua, porque su rito es un rito arcano, velado con palabras. Así, mientras ambos pasean por los bosques nevados, el caballero irá relatando a su amada breves historias de horror, de abnegación y de cólera. Se reproduce entonces el conocido milagro de Homero y Sherezade y William Shakespeare: bastan unas palabras, recitadas en un silencio vivo, para que el mundo en su totalidad emerja y resplandezca ante nosotros.

Quiere decirse que los amantes (amantes cuyos nombres desconocemos), han encontrado en las palabras, esparcidas sobre la nieve, no una continuidad de la vida, sino la suspensión del dolor y un tenue espejismo de la dicha. No en vano, ambos han sobrevivido a una guerra, y Suiza se les ofrece como una convalecencia. Ninguno de los dos ignora que podrían amarse con facilidad, náufragos de un mundo en ruinas. Ambos saben, no obstante, que los muertos amados exigen su tributo y que la vida, aquello que llamaron vida, sólo será posible en el país de la nieve. Pero no la tediosa geografía de los Alpes, sino ese país, erigido con palabras, que el amante construye minuciosamente para la mujer que ama. Ésa es la púdica tragedia que acucia a los protagonistas de Una pasión parecida al miedo. Demasiado heridos para el amor, escogen guarecerse en la literatura. De fondo, y mencionada apenas, es la devastación del siglo la que nos entrega a estas víctimas, encapsuladas en un bibelot, donde la nieve vuela y se agita y no hace daño.

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