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Para qué sirve un 'best-seller'

  • La pasión almeriense de Goytisolo nace en la mili de Mataró y en el despacho de Gallimard

Juan Goytisolo (1931-2017).

Juan Goytisolo (1931-2017).

Me resulta muy incómodo leer sin subrayar. Fue el primer inconveniente de robarle a mi hija, recién llegados a nuestro destino vacacional, el libro que había sacado de la biblioteca pública. 660 páginas sin escribir una sola anotación. Le pedí unos minutos para hacerle la prueba a La verdad sobre el caso Harry Quebert y me atrapó. Salimos perdiendo los dos: mi hija, porque se quedó sin lectura, y yo porque no podría subrayar ni una coma.

No voy a contar la historia, simplemente decir que va de hortensias, gaviotas, boxeo y una fascinación por las rubias. El joven escritor Marcus Goldman decide desentrañar el crimen de la joven Nola Kellergan, de 14 años, Nola Nolita en guiño a Nabokov, para exculpar a Harry Quebert, su maestro, que un día le enseñó que la vida no tenía sentido y que por eso existían las novelas, para darle sentido a la vida.

La pasión almeriense de Goytisolo nace en la mili de Mataró y en el despacho de Gallimard

El autor, Joël Dicker, nació en 1985 y debió terminar la novela con 25 años. La edad de Neymar. El año que nació el joven escritor se cruza con las lecturas que me acompañaron en el verano. De 1985 es Coto vedado (Seix Barral Biblioteca Breve), memorias familiares y literarias de Juan Goytisolo. El año que nació Jöel Dicker compré el libro de Goytisolo, entre cuyas páginas conservaba la invitación para la presentación en Abades, el 22 de febrero de ese año, de El crimen de las estanqueras de Alfonso Grosso, que contó con Antonio Burgos como maestro de ceremonias.

A mediados de los ochenta transcurren casi todos los capítulos del libro de Cees Noteboom El desvío a Santiago (Siruela). Es la tercera vez que hace el camino de Santiago: apasionado de los paradores, para mayor gloria de Fraga Iribarne, de los monasterios románicos, de los libros de Borges, llegó en barco desde Amsterdam a Barcelona y siempre que vuela en avión escucha el Mesías de Häendel. Apunta trazos de un camino andaluz de Santiago con escalas en Granada, Úbeda y Baeza y hasta la aldea del Rocío. "Una de las pocas cosas en mi vida", escribe el escritor holandés, "es mi amor -no hay una expresión inferior- por España. Mujeres y amigos han desaparecido de mi vida, pero un país no se escapa tan fácilmente".

El viaje en el tiempo de Juan Goytisolo y el viaje en el espacio de Cees Noteboom eran las patas de la evasión ante un best-seller ambientado en una pequeña ciudad norteamericana llamada Aurora en la que se suceden los sospechosos hasta que el joven escritor evocado por el joven novelista reconstruye el rompecabezas.

Goytisolo y Noteboom entraron en la maleta por pura casualidad. La muerte del premio Cervantes me llevó a coger el libro que compré en febrero de 1985. En el de Noteboom sólo buscaba una cita para un reportaje previo al camino de Santiago, pero me sentí atrapado por esa visión del viajero sorprendido ante el hecho de que un pensamiento se materialice en piedra y así permanezca durante siglos. "España es brutal, egocéntrica, cruel; España está dispuesta a ponerse la soga al cuello por disparates, es caótica, sueña, es irracional... nunca termina de sorprenderte". Un holandés que en la disyuntiva Murillo o Velázquez se queda con Zurbarán y recuerda sus temblores de niño ante el espectro del duque de Alba. En Sevilla pasaba largas temporadas Cayetana, "que parece como si también hubiera sido pintada por Goya, merecería a un Proust para describirla en su mundo que aún no quiere saber de extinciones".

El crimen de Nola Kellergan se complicaba y yo seguía los caminos de Santiago -la parada en Chinchón es memorable- y por los avatares de Juan Goytisolo, que intentó pagarse su estancia en París con un premio Nadal que no llegó a ganar -en despecho, se niega a incluir el nombre de la afortunada: una tal Lluisa Falladas, nacida en Sabadell- y que revela sus contactos con Dionisio Ridruejo y con el editor José Manuel Lara para que arroparan su carrera literaria. La carrera política está llena de escepticismo, sobre todo cuando en París oye en los círculos comunistas tildar a Malraux, André Gide y Albert Camus de agentes del Pentágono. Por sus veleidades izquierdistas se interesó el comisario Antonio Luis Creix, que fue destinado a Sevilla, donde acumuló un historial represivo que le valdría una sanción de tres años de suspensión de empleo y sueldo.

En Barcelona, en años de bohemia el escritor frecuenta el bar Cádiz y bebe manzanilla en la bodega La Andaluza. Conocida es la vinculación de Juan Goytisolo con Almería, escenario de sus Campos de Níjar. Esa fascinación andaluza tiene dos acicates: la mili en Mataró y el encuentro en París, en las oficinas de Gallimard, con Monique Lange, una mujer culta amiga de Jean Genet que se carteaba con Faulkner, el tótem referencial de aquellos escritores. La compañía a la que fue destinado de sargento estaba compuesta "en gran parte de murcianos y andaluces". Eso, unido a que Monique Lange le dijo que tenía ganas de sol, le llevaron a Almería, donde consigue conjurar lo que, en las antípodas del amor que profesa Noteboom, llamaba Goytisolo "el desamor a España", un desapego en el que es afín a Blanco White.

El acercamiento de Juan Goytisolo al Pecé es surrealista. Acudió con Castellet a la cita con un enlace, que les dio a cada uno un ejemplar de Mundo Obrero. El misterioso contacto era Juan José Mira, ganador de la primera edición del premio Planeta. Uno de los tres autores de Jaén que lo ganaron. Los otros don son Muñoz Molina y Eslava Galán.

El libro que completa este verano lector se llama Las Furias. Me lo regaló Félix Grande y es obra de Guido Piovene, de quien Juan Goytisolo reseñó sus novelas en 1954. Transcurre en la Italia de Mussolini e incluye las impresiones del protagonista cuando fue corresponsal de un periódico de Milán en la guerra civil, donde descubre, entre Barbastro, Alcañiz, Peñíscola y Gandesa, "la furia de lo insignificante".

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