De libros

La superficie del lenguaje

  • 'La literatura como mentira'. Giorgio Manganelli. Trad. Mariagiovanna Lauretta. Dioptrías. Madrid, 2014. 288 páginas. 19,90 euros.

Giorgio Manganelli es uno de los escritores más cerebrales y brillantes de la segunda mitad del XX, con un extraordinario dominio del lenguaje y sus posibilidades técnicas. Quiere decirse que Manganelli es algo así como un teórico literario -o un crítico, si se prefiere-; pero un teórico que ha expuesto su particular concepción de la literatura en una obra de altísimo valor conceptual y de indudable carácter lírico. Si Borges practicó una literatura quintaesenciada y escueta, susceptible de un desarrollo ulterior, en Manganelli esta pericia literaria se ofrece ya, literalmente, como resumen de una obra que no verá la luz, y cuya valía, cuyo misterio, reside en la alusión a esa obra futura, que Manganelli ofrece como posibilidad y como juego. Su célebre Centuria no es más que eso: un centón de esquemas que remiten a un centenar de relatos inexistentes.

Esta misma pasión estructural, tan cercana a los 60, época en la que están escritos los presentes ensayos, es la misma que Manganelli aplica aquí a otros autores y otras obras, cuyo lazo común, aparte la prospección ya mencionada, es lo que podríamos llamar cierta pureza literaria. Cuando Manganelli habla de la literatura como mentira, no se refiere al hecho obvio e incontrovertido de que Grandes esperanzas no sea una historia real; sino a la verdad, menos evidente, de que la estructura última en Dickens es, no una reforma del ser humano, no un empeño humanístico, sino la dilatada expresión del terror infantil. Que esta precisión (la literatura como juego insumiso, demoníaco, no sujeto a vínculos externos a la literatura misma), sea considerada como necesaria por Manganelli, nos remite a otro de los grandes debates de aquella hora de Europa: el debate entre literatura comprometida y literatura burguesa, impolítica, en connivencia con el poder. Obviamente, Manganelli se decantó por la literatura como tal, en su oscura e inaprehensible pureza. Aún hoy, sin embargo, sigue vigente esta clasificación extraliteraria, y por tanto, perecedera. Manganelli, en cualquier caso, alude y acude a un muy diverso compromiso: aquél que se deriva de la propia trepidación y las plurales exigencias del idioma.

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