Con los hombros cubiertos con la chaqueta verde que lo distingue como ganador del Masters de Augusta, Sergio García respiró aliviado en rueda de prensa: "Ya no tendré que volver a responder nunca más si soy el mejor jugador que no ha ganado nunca un major. A lo mejor ahora responderé si soy el mejor jugador que sólo ha ganado uno. Podré vivir con eso", afirmó el castellonense, el Niño de Borriol que se hizo grande en Augusta.

"La clave fue la demostración de mi carácter y mi mentalidad. Pensé de manera positiva cuando las cosas no me salían en el hoyo 10 y 11", abundó el español. A su cabeza aludían a menudo los expertos para justificar sus derrotas. A su cabeza aludió él, en cambio, para resumir su éxito en el Augusta National.

En 1999, en su primera aparición, todavía como amateur, presintió que ese campo le iba a ofrecer la posibilidad de ganar al menos un grande. "No voy a mentir, ese pensamiento cambió bastante a lo largo de los años. Me empecé a sentir incómodo en Augusta, pero hace tres o cuatro años hice las paces con el campo. Empecé a aceptar que te da lo mismo que te quita. Por eso estoy aquí, con esta chaqueta", remarcó. Desde entonces, buscó la excelencia. Desde 1999 disputó todas las ediciones de la Ryder Cup, a excepción de 2010. Se asentó en la élite mundial y acumuló diez victorias en el circuito de la PGA y doce en el circuito de la EPGA mientras disfrutaba de su otra pasión, el fútbol. Es reconocido aficionado del Real Madrid, además de presidente del Borriol, que milita en la Tercera División española. Con ese equipo debutó en 2010, en un encuentro frente al Ribarroja.

El abrazo con su futura esposa, la tejana Angela Akins, liberó a Sergio García. Lloró su victoria y agradeció el apoyo que siempre le brindaron sus padres, Consuelo y Víctor, su mentor y maestro y la persona que le invitó a agarrar su primer palo con apenas tres años. Ahora, 34 años después, su nombre brilla junto a los de Severiano Ballesteros y José María Olazábal.