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Dos estados de ánimo y una final

  • Alavés y Barcelona llegan a la gran cita marcados por las sensaciones que desprenden

  • La hipermotivación vitoriana contrasta con la melancolía culé

Dos estados de ánimo y una final

Dos estados de ánimo y una final

Barcelona y Alavés comenzaron a preparar la final de la Copa del Rey de mañana inmersos en dos climas completamente diferentes: mientras el modesto equipo vasco se hipermotiva con un partido para la historia, el equipo azulgrana cultiva su melancolía.

Todas las apuestas dan como favorito claro al Barcelona, la diferencia lógica entre dos clubes de magnitudes tan divergentes. El club azulgrana tiene un presupuesto de casi 700 millones de euros y su rival se conforma con 50. Es la diferencia entre una potencia mundial y un equipo que celebra la permanencia como un éxito. Sin embargo, al Alavés se le presenta una oportunidad histórica de ganar el primer título de su historia, tras rozar una Copa de la UEFA en la agónica final que perdió en 2001 frente al Liverpool. El equipo entrenado por el argentino Mauricio Pellegrino fue progresando silenciosamente en el torneo y rubrica su gran temporada con la posibilidad de levantar un trofeo, algo impensable hace apenas un año, cuando todavía era equipo de Segunda División.

Al contrario, al Barcelona parece sobrarle todo lo que está ocurriendo en este final de temporada, por mucho que esté ante la posibilidad de revalidar el título. Fue eliminado en los cuartos de final de la Liga de Campeones y perdió la Liga, que acabó en manos del Real Madrid en la última jornada. Mientras los blancos preparan su asalto a una nueva Champions, los azulgrana afrontan "una final clandestina", como tituló el diario Marca.

Porque la realidad es que el Barcelona huele más a vacaciones que a partido. Así lo constata no sólo el escaso frenesí competitivo que muestra el equipo en estos días, sino hasta las señales que emiten sus propios aficionados. El domingo apenas hubo 70.000 hinchas en el Camp Nou para alentar a su equipo ante el Eibar en una jornada que, con una buena dosis de fortuna, podría haber culminado con un título de Liga.

No sólo eso, sino que el club previsiblemente tendrá que devolver parte de las 13.125 entradas asignadas a sus aficionados para presenciar la final del Vicente Calderón en directo. No hay suficiente demanda.

A cambio, el Alavés vendió todas sus entradas a la velocidad del rayo y ya se está hablando de la presencia en Madrid de más de 20.000 hinchas del conjunto vasco -la mitad sin entrada- para alentar a los suyos en busca de un título que sería histórico. Los mensajes del plantel vasco son inequívocos. "Las ganas son las mismas que las de ellos. Es decir, ellos como máximo tienen las mismas ganas que nosotros", manifestó el extremo Ibai Gómez.

"Esta temporada, para el equipo y todos los jugadores, es espectacular. Para un recién ascendido es impresionante. Estamos ilusionados y con ganas de jugar la final. Veo un buen trabajo para llegar bien a la cita ante el Barcelona", aseguró el venezolano Christian Santos. Lejos de dejarse ir en la Liga, el Alavés finalizó la temporada como un tiro y cerró el ejercicio con tres victorias y un empate en los últimos cuatro encuentros, lo que le permitió acabar el torneo en la novena posición, un puesto más que meritorio para un recién ascendido.

"El equipo ha terminado muy bien la temporada y casi da lástima que ésta acabe", manifestó Pellegrino recientemente.

Mientras las declaraciones optimistas se suceden en el Alavés, todo es silencio en el Barcelona respecto a una final que llega casi de incógnito, pues en el entorno del club se habla casi más del futuro -entrenador, fichajes y bajas- que del partido ante el Alavés. Es como si tuviera poco que ganar y mucho que perder.

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