análisis

'El capital en el siglo XXI' tres años después

  • El autor aborda la obra del economista francés Thomas Piketty

Thomas Piketty.

Thomas Piketty. / efe

Hace tres años publicaba en este periódico un artículo titulado El capital en el siglo XXI, la historia más grande jamás contada, sobre la obra de Thomas Piketty. El éxito del libro fue fulgurante y a finales del año pasado se habían vendido más de dos millones y medio de ejemplares, algo inaudito para un texto de economía de 700 páginas. El 30% de las ventas son en inglés, el 15% en chino, el 13% en francés, el 8% en japonés, el 4% en castellano y coreano, y en porcentajes menores en la mayoría de las lenguas del mundo.

Ahora acaba de salir un libro, también voluminoso, titulado: Después de Piketty. La agenda para la economía y la desigualdad, donde académicos de primer nivel analizan y discuten la obra del economista. En lo que conozco, no hay libro que haya tenido una influencia tan grande en el pensamiento y la política económica reciente, y en los trabajos sobre él hay una riqueza enorme de ideas sobre asuntos como la insatisfacción actual con los salarios, o el malestar por la falta de expectativas de progreso personal.

No hay libro que haya tenido una influencia tan grande en la política económica reciente

La aportación de Piketty es demostrar que la rentabilidad del capital supera al crecimiento del producto, lo que supone una concentración del capital y una reducción relativa de las rentas del trabajo. En 1910 el stock de capital privado sobre el flujo de rentas era del 600%; en 1950 había bajado al 250%, y en la actualidad vuelve a estar como hace 100 años. Mientras las rentas del trabajo se espera que crezcan como mucho con la inflación, un analista de mercados considera normal que la retribución del capital sea de dos dígitos, aunque la economía global crezca por debajo del 3%. Las consecuencias económicas de este fenómeno son una limitación de la capacidad de consumo, deflación de precios, y endeudamiento. Desde un punto de vista social la cultura del mérito y la iniciativa, que son puntales de la socialdemocracia, se ve lastrada por la inercia a la inmovilidad social.

Estas tendencias no son leyes naturales, sino consecuencia de políticas de bancos centrales, regulación financiera y de flujos de capital, políticas fiscales, de gasto público y servicios sociales, educativas, legislación y organización laboral, gobernanza empresarial, nacionalizaciones y privatizaciones, vivienda, y demografía. También las tecnologías de la información y comunicación permiten que se llegue a mercados muy amplios, tanto por empresas como por figuras mediáticas. El índice bursátil de la tecnología de la información pasa de 100 en 1990 a 1000 en el año 2000, y después del desplome en bolsa en ese año, vuelve a estar en 1000 en 2017; no hay magnitudes económicas que se multipliquen de esa forma, y sólo cuatro empresas (Apple, Alphabet, Microsoft y Facebook) suman una capitalización de mercado de más de 2,5 millones de millones de dólares.

El premio Nobel de Economía Robert Solow comienza su trabajo titulado Thomas Piketty tiene razón, afirmando que la desigualdad de la renta en EEUU, y fuera, ha empeorado desde 1970, lo cual señala como una tendencia antidemocrática, que encuentra análisis teórico y evidencia empírica en Piketty, y ve razonables sus propuestas de fuerte imposición sobre rentas muy altas y la riqueza global, junto con una presencia efectiva del Estado social para favorecer el talento y la movilidad. El fenómeno de los salarios estratosféricos es el aspecto más escandaloso y llamativo de las fisuras que se dan dentro de las rentas del trabajo, y Daid Weil prueba la no correspondencia efectiva de la distribución de los salarios y de la productividad marginal, que ha servido de fundamento a la explicación de las remuneraciones. Es obvio que estamos ante temas que no son de lógica económica, sino de pura política y organización de la actividad productiva.

Quizás el trabajo que más me gusta es el de Branko Milanovic, quien pasa de la distribución funcional entre capital y trabajo, a la distribución personal de la renta. Siempre he pensado que la acumulación de riqueza por algunas personas -sobre todo si no es heredada- no tendría que afectar al bienestar de la mayoría de la población, e incluso puede servir como estímulo. Sin embargo, cuando las expectativas razonables de la gente se frustran, hay que pensar qué está ocurriendo.

España es uno de los casos que Milanovic estudia, cuantificando el efecto (elasticidad) que una mayor concentración de las rentas del capital tiene sobre una distribución más desigual de la renta, y encuentra que entre 1980 y 1995, esa relación sube; baja entre 1995 y 2010; y vuelve a subir desde 2010. No es algo que se dé sólo en España, sino claramente el fruto de la crisis y de las reformas para la salvación que se han impuesto estos años. Cada país tiene su historia, pero hoy convergen para mal las historias de algunos países donde la socialdemocracia buscó una legitimidad política tras las grandes guerras y la depresión, pero que con la crisis se han ido separando de sus principios.

Elisabeth Jacobs dice que la política está en todas partes en la obra de Piketty y en ninguna en concreto; para ella los sistemas electorales, las fuerzas políticas que pueden y no quieren, y las que quieren y no pueden, tienen mucho que explicar sobre la desigualdad. Se ve inmóvil a la derecha política, instalada en la complacencia de sus llamadas reformas, y a la izquierda queriendo moverse, pero sin mostrar cómo las contrarreformas son mecanismos de mejora efectivos. Piketty responde a los 21 autores del libro y concluye que las instituciones en que la democracia y el capitalismo toman cuerpo necesitan reinventarse una y otra vez, y ve su libro como una modesta introducción para el estudio del capital en el siglo XXI, esperando que contribuya a integrar la economía con otras ciencias sociales. De esta forma, se reconoce una vez más que es un error tratar la economía como algo con lógica propia, y que hay que incorporar de manera formalizada la psicología social, los estudios del comportamiento y de la adaptación, la sociología y la política, en las propuestas ante los paradójicos e hirientes problemas sociales actuales.

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