Agricultura Los negocios relacionados con el corcho andaluz caen a mínimos históricos

La crisis del vino y los tapones sintéticos hunden el corcho

  • La producción se recorta un 40%, los precios caen a menos de la mitad y el 80% de la industria desaparece · Peca de "falta de unidad e innovación", según Ruralcork

La plaga de la Seca, la competencia de los tapones sintéticos y la caída de las ventas de los vinos son demasiados lastres para una actividad que peca de un exceso de dispersión y de nula innovación y que, además, está condenado al ostracismo de las políticas del campo tanto europeas como nacionales, donde Agricultura y Medio Ambiente no se ponen de acuerdo sobre su jurisdicción. El corcho andaluz se hunde y no es capaz de salir a flote solo.

Este sector vio explotar su particular burbuja antes del derrumbe del ladrillo y del descalabro de Lehman Brothers y, tras tres años de crisis, entre las bajas se cuentan el 80% de las industrias transformadoras y un recorte de la producción en el campo del 40%. Son las consecuencias de un efecto mariposa que comenzó en el sector vinícola. "Hace tres años el quintal de corcho se pagaba a 120 euros, pero había negocio y muchos industriales compraron en grandes cantidades", explica José Joaquín Suárez, director general de una de las principales industrias de corcho de Andalucía, Ruralcork. "De la noche a la mañana las ventas de vino se redujeron, por lo que se cortó la producción o se optó por utilizar tapones sintéticos,y los precios del quintal de corcho cayeron a 50 euros. De modo que las empresas se encontraron con un stock enorme y poco rentable al que, encima, era difícil dar salida", añade.

El cambio de manos de fardos se cortó en seco y los productores se encuentran con un triple problema, la dificultad para vender, el recorte de los precios a menos de la mitad y una rebaja de los jornales a entre 90 y 100 euros. En consecuencia, gran parte del corcho se queda en los árboles y las familias rurales no pueden contar con ese complemento a la economía del hogar. También lo sufren los ayuntamientos de muchas localidades de la sierra, ya que, al estar en espacios naturales protegidos y no poder otorgar licencias de obras en sus suelos, gran parte de los ingresos que entran en las arcas públicas dependen de la saca del corcho de los quercus autóctonos.

Las ayudas forestales que vienen de Bruselas suponen un respiro, pero tardan y, encima, las últimas condiciones que se incluyeron en su modificación las han hecho poco "realistas", para los propietarios de la sierra. "La reforestación a razón de 300 pies por hectárea es plantar un bosque entero", denuncia el responsable del Servicio Forestal y Ganadero de Asaja, Juan Bilbao. "Lo que hay que hacer es rehabilitar las dehesas viejas con cabeza", señala.

A juicio de Suárez, esta situación se hubiera evitado si las fábricas andaluzas hubieran innovado más. "El 90% de las empresas se dedican a tratar el corcho o a hacer arandelas exclusivamente y se han quedado anticuadas", afirma. Sabe de lo que habla, no en vano su compañía es una de las pocas que apuesta por diversificar sus productos. Ruralcork se dedica a crear tela y papel de corcho a los que después se les da forma de cartera, bolso y demás artículos de uso diario, que aportan un valor añadido al corcho y lo vuelven rentable.

La industria está muy disgregado en Andalucía. "En San Vicente de Alcántara, un pueblo de Badajoz, hay tantas empresas como las que están diseminadas por Andalucía. Hay que concentrar al sector y coordinarlo para que invierta en I+D y en promoción ", sentencia.

Con esta misma idea, pero orientada a los productores, COAG Andalucía apadrinó el pasado 16 de mayo la creación de la Plataforma del Sector del Corcho en Andalucía, que reúne a propietarios, asociaciones, ayuntamientos y grupos de desarrollo rural.

La gran esperanza del sector pasa por una propuesta alzada al Parlamento andaluz, que todavía no ha recibido el beneplácito oficial y que pide que se dé preferencia en los concursos de obra civil a aquellas constructoras que utilizan el cocho como aislante en los edificios, con la intención de que se promocione su uso en el ladrillo.

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