El Rocío 2012

El Alpe d'Huez rociero

  • Triana, Macarena y el Cerro emprenden el camino con una notable bajada en el número de romeros respecto a años anteriores.

La Cuesta del Caracol es la primera prueba de resistencia del camino. El Alpe d'Huez rociero. Pelotón de carretas en continuo ascenso. Atrás se dejó la frescura de la mañana en Triana y la Macarena. Ahora sólo acompaña una suave brisa que atenúa los más de 30 grados que se alcanzan cuando se roza el meridiano del día. En esta escalada aljarafeña sobra cualquier artilugio y esos kilos de más que remueven la conciencia. Poco a poco Sevilla se dibuja como telón de fondo de esta pintura costumbrista en la que la Torre Cajasol marca un nuevo punto de fuga.

A lo lejos se oyen los cohetes de los rocieros del Cerro, que abandonaron bien temprano su barrio. Por la cuesta que lleva al Carambolo, se suceden sin solución de continuidad romeros de la Macarena y Triana. Los de San Gil han tomado este año la delantera. Van con prisa. Con mucha prisa. Año de cambios que deparan instantes nuevos. Estreno de silencios y rezos en San Lorenzo cuando apenas se ha servido media docena de cafés en El Sardinero. Basílica con pisadas romeras y camarín que conoce el contoneo de volantes. Afuera se queda el cante y el bullicio. Todo cambia al traspasar esa puerta. Se detiene la carreta macarena con los primeros resplandores de la mañana. Se reza. Un romero rompe la quietud del momento con sus vítores: "¡Viva El Que Todo lo Puede, Vivan sus manos generosas, Viva el de la zancada divina, Que Viva el Señor de Sevilla!". No hizo falta ponerle nombre a este Dios cuyo talón muchos rocieros besan antes de emprender la partida. Nada mejor que rozar la piel del Gran Poder para iniciar el camino.

Deja la Macarena la senda libre a Triana en la cuesta que se adentra en el corazón del Aljarafe. La comitiva que acompaña a esta casi bicentenaria corporación en su primer día de peregrinación es de lo más variopinta. Frente a la uniformidad macarena, la diversidad trianera que tanto distrae a la vista. Hay grupos para todos los gustos. Desde los que eligieron un modelo donde no hay un solo detalle improvisado, a los que hicieron de su capa un sayo y se echaron a andar con lo puesto. No faltan en este miércoles rociero aquéllos que buscaron una excusa de peso en el trabajo para escaparse unas horas, los que se pidieron el día libre o los que simplemente no tuvieron ninguna dificultad de disfrutar de estas horas porque son las únicas que les hacen olvidar la amargura del paro. Pero si hay un colectivo de indudable protagonismo en este ascenso aljarafeño es el de aquellas mujeres que se apresuraron a dejar las faenas domésticas acabadas (algunas hicieron la vista gorda por un día) para ir con Triana hasta Castilleja. Son reconocibles desde lejos: visera publicitaria en la frente, zapatilla deportiva (o en su defecto sandalia con suela de cierto grosor) y bolso con fondo inabarcable para sofocar las altas calores que se registran por curvas que no conocen fin. Carmen Gutiérrez y Ana Gilón son dos vecinas de Pino Montano que no se pierden nunca esta rampa peregrina. Le tienen cogida la medida al trayecto. En el antiguo surtidor a la entrada del pueblo repostan cuantas bebidas son necesarias hasta acudir a Casa Juanito. Allí le darán "gloria bendita" al paladar mientras los romeros dejan el pueblo de los azules y coloraos, en el que sus vecinos confirman desde el portal de sus casas que hay menos peregrinos que otros años. "Cosas de la crisis".

Pero antes de que la comitiva se pasee por la Plaza y la Calle Real, la carreta del simpecado -con orquídeas amarillas- llega al centro que Triana inauguró en 2010 para discapacitados mentales. Allí se detiene el tiempo. No importa esperar. Sus inquilinos llevan meses soñando el momento. De sus gargantas salen "vivas" que estremecen a más de un romero. "Esto es lo que importa", dice un peregrino. Verdades de un camino recién inaugurado.

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