Alberto Corazón · Diseñador, pintor y escultor

"En la Expo, Griñán me encargó farolas para el puente de Triana"

  • El artista afirma que la gráfica política es conservadora y que sólo hizo una campaña para los liberales en 1977. Algunas de sus obras expuestas en la Maestranza las llevará a Sao Paulo y Nueva York.

El El Reina Sofía, el IVAM valenciano, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid o el Museo de Bellas Artes de Bilbao tienen obras de Alberto Corazón (Madrid, 1942). Estudió Sociología y Ciencias Económicas entre 1960 y 1965. Se inició profesionalmente en el diseño, donde es una referencia internacional, y de forma simultánea realizó sus primeras exposiciones de pintura en Turín y Milán. Premiado como diseñador en Nueva York o en Londres, diseñó ceniceros y cajeros automáticos, lámparas y cabinas telefónicas.  Corazón abrió las XIX Jornadas de Arte Contemporáneo de la Maestranza de Sevilla. En el AVE debería acompañarlo su compañero de generación y estudios Vicente Verdú, pero se indispuso a última hora. Expondrá en Sao Paulo y Nueva York.

-¿Qué significó participar en la galería M-11?

-Una experiencia única. Con Kiko Rivas, Juan Manuel Bonet, Manuel Salinas y el profesor De la Peña. Tuvimos la suerte de encontrar a Javier Guardiola, un hombre con muchas inquietudes. En la que se supone que fue la casa de Velázquez se hicieron antológicas: una de Gordillo sobre dibujos, otra histórica del grupo Crónica, otra de Saura sobre papel. En ese momento, finales de los sesenta, en España no había nada parecido.

-Ha diseñado cajeros automáticos...

-Me los encargó Caja Madrid y tuvieron mucho éxito. También los adaptó la firma americana Hewlett Packard.

-¿No tienen en la actual crisis un sentido casi funerario?

-Tenían un fuerte carácter simbólico, que es necesario además del carácter funcional para cambiar la imagen del banco.

-¿Y los diseños de teléfono?

-Telefónica organizó un concurso internacional y nos invitó a cinco o seis diseñadores. Al final eligió mi modelo.

-Diseñó cuatro millones de unidades. Pocos novelistas pueden decir lo mismo...

-En América también se han utilizado. Yo tengo media docena de teléfonos en diferentes colores, porque Telefónica sólo los comercializó en blanco y negro.

-¿El diseño puede hacer ganar o perder unas elecciones?

-La gráfica política, electoral, es siempre tan conservadora, que cuando uno se mete sale siempre escarmentado.

-¿Recibió algún encargo?

-De los liberales en la primera legislatura. En 1977. Garrigues Walker, Camuñas, creo que también andaba por allí Esperanza Aguirre. Diseñé camisetas, tarjetas, banderas. De vez en cuando aparece alguien con alguna. El eslogan me lo inventé yo: Yo soy liberal.

-¿No tiene nada que ver con el actual modelo neoliberal?

-Estaba más en la línea de La Pepa, que conmemoramos mucho antes. Trabajaba con los ideales de la Revolución Francesa.

-Habla de la palabra como icono. ¿Una imagen no vale más que mil palabras?

-Son complementarias e insustituibles. En un proyecto para los institutos Cervantes utilizo la escritura como iconografía. Ahora va de Nápoles a Roma y después pasará a Sao Paulo.

-¿Corta el cuchillo alfabético?

-No somos muy conscientes de lo extraordinario que es estar en una cultura alfabética. Es clave en las revoluciones tecnológicas, en las comunicaciones. Las culturas no alfabéticas tienen dificultades enormes de adaptación. Mira los chinos o los árabes.

-¿Nadie superó a los fenicios?

-Creo que no.

-¿Qué supuso vivir en Italia o Alemania?

-El sentimiento de ser europeo.

-¿Hay antecedentes familiares?

-Ninguno. La familia de mi madre viene de la huerta de Valencia. La paterna, de funcionarios municipales. Un tatarabuelo fue maestro en Lopera, Jaén.

-¿Y la generación que le sigue?

-Ésa sí. Tengo cinco hijos y casi todos se dedican a esto. Baruc, que se llama así por Spinoza, es diseñador de ropa con líneas muy personales; Oyer es diseñador gráfico; Carolina es abogada especialista en propiedad intelectual; Natalia es diseñadora de joyas. El pequeño es Alberto, que ha terminado Periodismo.

-Veinte años después, ¿trabajó en la Expo 92?

-Hice mucho, pero se realizaron muy pocas cosas. Hice una línea de habitáculos, incluidos servicios urinarios o cabinas de teléfono, sólo quedaron los puntos de información y de primeros auxilios. Y creo que Griñán, que estaba entonces en algo de Industria, me encargó unas farolas nuevas para el puente de Triana. Se colocaron dos y se quitaron, porque el Ayuntamiento decidió remodelar todas las farolas.

-¿Llora la pérdida de las cabinas o la máquina de escribir?

-Siempre me he negado a un museo del diseño. El diseño tiene la vida que tienen las cosas. Cuando éstas desaparecen es porque desaparece la función. Es absurdo llorar. Por eso me arreglo tanto con la supervivencia de muchos de esos objetos.

-En su proyecto para el Cervantes usa poemas de La noche oscura de San Juan de la Cruz, que inspiró a Carlos Saura, a Amancio Prada o al rockero Silvio...

-Es la gran referencia de la poesía de José Ángel Valente.

-¿El diseñador nace o se hace?

-Yo quería ser otra cosa. Estudié Ingeniería Electromecánica y al año lo dejé. Me pasé a Económicas, que sí la terminé. Hice la tesis sobre sistemas de comunicación no verbal. Me la dirigió José Luis Sampedro.

-¿En qué proyectos anda?

-Una exposición en Nueva York, una Casa del Lector en un antiguo matadero y una fundación con fondos míos para la Universidad de Yale.

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